17/04/2016, 20:55
El chico tomo su equipo de protección y lo sujeto como algo muy preciado. De cierta manera a Kazuma le pareció verse reflejado cuando de muchachito sostenía a Bohimei como si fuera lo único que le quedaba en el mundo. Aunque… Ciertamente, cuando estuvo en las calles su espada representaba todo lo preciado que tenía.
—¡Esta perfecta! —Comentó, con una alegría natural en ella—. Si queréis, podéis quedaros a comer. Hay de sobra.
La rubia apareció por detrás de él y al girar la encontró con un rostro mucho más amable y feliz que aquel con el que lo había recibido. Probablemente estuviera contenta por el hecho de haber salvado su comida de una posible incineración.
Sin dejarles opción alguna, la señora de la casa les hizo pasar a una especie de comedor. Si, había dicho que se podían quedar a comer si “querían”, pero dadas las circunstancias no tenían otra opción. La habitación era de un color mucho más agradable a la vista que el rosado chillón de la sala y el exterior. Era de un color gris verdoso, que resultaba bastante cómodo a los ojos de aquel de tez morena.
«Vamos, ¿qué es esto? ¿La hora del té acaso? —las cinco tazas llenas de una infusión verdosa que reposaban sobre la mesa transmitían un mensaje que decía “Vamos a hablar largo y tendido”—. Ni siquiera hemos comenzado a limpiar la primera casa y ya hemos perdido mucho tiempo.»
—Me he tomado las molestias de preparar algo, sois mis invitados después de todo —comentó, mientras tomaba un trago de su taza de tete—. Muy bien, vamos a hablar seriamente de lo sucedido. Quiero saber qué ha pasado ahí fuera hace unos momentos. Uno por uno.
La mujer desplazó su mirada de uno en uno, como indicando qué orden debían tomar al hablarle. No solo resultaba algo en extremo arrogante, si no que había seleccionado como primer turno al habla al más arrogante y antisocial del grupo. El de ojos grises se planteó el decir algo, pero tratando de evitar la ira de la señora de la casa, se limitó a mirar de forma acusadora y poco disimulada a la gordita problemática.
—¡Esta perfecta! —Comentó, con una alegría natural en ella—. Si queréis, podéis quedaros a comer. Hay de sobra.
La rubia apareció por detrás de él y al girar la encontró con un rostro mucho más amable y feliz que aquel con el que lo había recibido. Probablemente estuviera contenta por el hecho de haber salvado su comida de una posible incineración.
Sin dejarles opción alguna, la señora de la casa les hizo pasar a una especie de comedor. Si, había dicho que se podían quedar a comer si “querían”, pero dadas las circunstancias no tenían otra opción. La habitación era de un color mucho más agradable a la vista que el rosado chillón de la sala y el exterior. Era de un color gris verdoso, que resultaba bastante cómodo a los ojos de aquel de tez morena.
«Vamos, ¿qué es esto? ¿La hora del té acaso? —las cinco tazas llenas de una infusión verdosa que reposaban sobre la mesa transmitían un mensaje que decía “Vamos a hablar largo y tendido”—. Ni siquiera hemos comenzado a limpiar la primera casa y ya hemos perdido mucho tiempo.»
—Me he tomado las molestias de preparar algo, sois mis invitados después de todo —comentó, mientras tomaba un trago de su taza de tete—. Muy bien, vamos a hablar seriamente de lo sucedido. Quiero saber qué ha pasado ahí fuera hace unos momentos. Uno por uno.
La mujer desplazó su mirada de uno en uno, como indicando qué orden debían tomar al hablarle. No solo resultaba algo en extremo arrogante, si no que había seleccionado como primer turno al habla al más arrogante y antisocial del grupo. El de ojos grises se planteó el decir algo, pero tratando de evitar la ira de la señora de la casa, se limitó a mirar de forma acusadora y poco disimulada a la gordita problemática.