1/06/2016, 20:28
El gigantesco lobo se volvió hacia Daruu, con los ojos interrogantes.
—¿No se lo has contado aún, verdad? —volvió a hablar, y Ayame volvió a sobresaltarse como si no le hubiera oído hacerlo la primera vez.
—C... ¿Contarme...? ¿El qué...? —balbuceó ella, sus ojos iban y venían entre el animal y el shinobi.
Pero su compañero se limitó a negar con la cabeza en contestación al lobo, y entonces este se acercó con lentitud a Ayame, quien no pudo evitar encogerse sobre sí misma. Las patas del lobo crujían ligeramente en el asfalto. Era un animal majestuoso y espléndido, pero era tan grande y tan grande había sido la sorpresa de haberle visto hablar que Ayame no podía sentir otra cosa que no fuera un terror casi primitivo.
Además le había visto en acción, y se había abalanzado sobre ellos como el depredador que era...
Cuando ya podía escuchar el jadeo de su respiración, el animal se sentó sobre sus cuartos traseros y levantó una pata. En aquel instante había dejado de ser un lobo para transformarse en un perro.
«¿Me está... dando la patita?» No pudo evitar pensar.
—Me llamo Seremaru, y soy un lobo ninja del gran Clan de las Garras de Tsukima —se presentó, como si la situación fuera lo más natural que pudiera ocurrir en el mundo,y Ayame abrió los ojos con sorpresa. La Cordillera de Tsukima se encontraba en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta, y era uno de los lugares más inhóspitos de toda la región. Había oído incontables historias de aventureros y buscatesoros que osaron desafiar a la montaña y jamás regresaron... ¿Era ese el hogar de aquellos extraños lobos ninja?—. ¡Vamos, humana, estréchame la mano. ¿No es así como os presentáis vosotros?
Ayame pegó un pequeño brinco y, tras algunos segundos de recelo, alzó su propia mano y tomó con cierta torpeza la pata del lobo.
—Eh... sí... supongo... Yo... yo soy Ayame. Aotsuki Ayame —respondió, algo más relajada al sentir las suaves y cálidas almohadillas entre sus dedos. Sin embargo, no podía dejar de notar la fuerza que escondían aquellas garras...—. ¿Has dicho que eres un lobo ninja? No sabía que los animales podían ser ninjas... aunque tampoco creía que pudiérais hablar... ¿Cómo es que estás tan lejos de Tsukima?
—¿No se lo has contado aún, verdad? —volvió a hablar, y Ayame volvió a sobresaltarse como si no le hubiera oído hacerlo la primera vez.
—C... ¿Contarme...? ¿El qué...? —balbuceó ella, sus ojos iban y venían entre el animal y el shinobi.
Pero su compañero se limitó a negar con la cabeza en contestación al lobo, y entonces este se acercó con lentitud a Ayame, quien no pudo evitar encogerse sobre sí misma. Las patas del lobo crujían ligeramente en el asfalto. Era un animal majestuoso y espléndido, pero era tan grande y tan grande había sido la sorpresa de haberle visto hablar que Ayame no podía sentir otra cosa que no fuera un terror casi primitivo.
Además le había visto en acción, y se había abalanzado sobre ellos como el depredador que era...
Cuando ya podía escuchar el jadeo de su respiración, el animal se sentó sobre sus cuartos traseros y levantó una pata. En aquel instante había dejado de ser un lobo para transformarse en un perro.
«¿Me está... dando la patita?» No pudo evitar pensar.
—Me llamo Seremaru, y soy un lobo ninja del gran Clan de las Garras de Tsukima —se presentó, como si la situación fuera lo más natural que pudiera ocurrir en el mundo,y Ayame abrió los ojos con sorpresa. La Cordillera de Tsukima se encontraba en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta, y era uno de los lugares más inhóspitos de toda la región. Había oído incontables historias de aventureros y buscatesoros que osaron desafiar a la montaña y jamás regresaron... ¿Era ese el hogar de aquellos extraños lobos ninja?—. ¡Vamos, humana, estréchame la mano. ¿No es así como os presentáis vosotros?
Ayame pegó un pequeño brinco y, tras algunos segundos de recelo, alzó su propia mano y tomó con cierta torpeza la pata del lobo.
—Eh... sí... supongo... Yo... yo soy Ayame. Aotsuki Ayame —respondió, algo más relajada al sentir las suaves y cálidas almohadillas entre sus dedos. Sin embargo, no podía dejar de notar la fuerza que escondían aquellas garras...—. ¿Has dicho que eres un lobo ninja? No sabía que los animales podían ser ninjas... aunque tampoco creía que pudiérais hablar... ¿Cómo es que estás tan lejos de Tsukima?