8/06/2016, 15:09
Los gritos y golpes que poco a poco iban inundando las salas y pasillos, cada vez se hacian mas y mas sonoros, el fino oido de Len le permitio darse cuenta un poco antes de que se hiciera casi ensordecedor. Y en ese momento, una chispa se encendió en él, ocurriendosele una idea casi mejor para destrozar aun mas su reputación. Comenzó a abanicarse con una mano delicademente, mientras pegaba su espalda a la del galan del remolino, insinuandose con un leve rubor en los ojos.
— U-Uh.. ¿Hace calor o soy yo?... -Comentó casi susurrando con lívido en sus palabras.-
Una gota de sudor recorrió toda su cuello, cayendo con lentitud y delicadeza, como el rocío de una mañana sobre las hojas de una rosa. Una rosa con angustiosas y descabelladas espinas. Con su buena actuación, o gracias a una gran capacidad de perversión del poeta, continuó acariciandole el cuello con las uñas despacio. Los ojos del poeta parecian perderse en la nada, seguramente estuviera consumido por la situación sin poder razonar claramente.
— Sin duda alguna esto esta funcionando, el ruido cad vez se escucha mas cerca y todavia ni se ha dado cuenta... Menudo idiota... — Esbozó una sonrisa de maldad que en el contexto de lo ocurrido, daba a entender otra cosa.
— Sin duda eres una jovencita bastante... Perspicaz...
El ruido avanzaba, y con el una muchedumbre que perseguía a un poeta el cual se habia reido no solo del público si no de todas las costumbres. Perdiendo de vista en algun giro al falso poeta, se agolparon en la puerta donde el actual "guardia" esperaba, murmullando y farfullando, finalmente un señor mayor se acercó a Mogura, quien cerca a él estaba la causante de todos los problemas.
—¡¡OYE, TU, MUCHACHO!! ¿¡SABES DONDE SE HA METIDO EL GUAPERAS DEL REMOLINO!? — Gritó mientras la saliva salia disparada de su boca como perdigones con un ceño mas fruncido que una pasa.
A traves de la puerta, se escuchaban los jaleos incesantes, que hicieron no alarmarse, pero si extrañarse al poeta.
— ¿Uh? ¿Que sera todo ese jaleo? — Miró a la puerta por la que entró la "dulce" chica de cabellos blancos.
— Naaaah... Seran algunos idiotas que estaran armando jaleo, tu no te preocupes de eso, y preocupate mas por mí... — Contestó arrinconandolo en una pared con la espalda en su pecho.
— Total... Que mas da... En cuanto entren por esa puerta, no solo vas a quedar como un desgraciado que se burla de las costumres, si no tambien de un depravado que asalta a las pobres jovenes.... La verdad, podria acostumbrarme a esto joder a la gente — Rió dulce pero sonoramente para hacerle evadir la mirada de la puerta.
— U-Uh.. ¿Hace calor o soy yo?... -Comentó casi susurrando con lívido en sus palabras.-
Una gota de sudor recorrió toda su cuello, cayendo con lentitud y delicadeza, como el rocío de una mañana sobre las hojas de una rosa. Una rosa con angustiosas y descabelladas espinas. Con su buena actuación, o gracias a una gran capacidad de perversión del poeta, continuó acariciandole el cuello con las uñas despacio. Los ojos del poeta parecian perderse en la nada, seguramente estuviera consumido por la situación sin poder razonar claramente.
— Sin duda alguna esto esta funcionando, el ruido cad vez se escucha mas cerca y todavia ni se ha dado cuenta... Menudo idiota... — Esbozó una sonrisa de maldad que en el contexto de lo ocurrido, daba a entender otra cosa.
— Sin duda eres una jovencita bastante... Perspicaz...
El ruido avanzaba, y con el una muchedumbre que perseguía a un poeta el cual se habia reido no solo del público si no de todas las costumbres. Perdiendo de vista en algun giro al falso poeta, se agolparon en la puerta donde el actual "guardia" esperaba, murmullando y farfullando, finalmente un señor mayor se acercó a Mogura, quien cerca a él estaba la causante de todos los problemas.
—¡¡OYE, TU, MUCHACHO!! ¿¡SABES DONDE SE HA METIDO EL GUAPERAS DEL REMOLINO!? — Gritó mientras la saliva salia disparada de su boca como perdigones con un ceño mas fruncido que una pasa.
A traves de la puerta, se escuchaban los jaleos incesantes, que hicieron no alarmarse, pero si extrañarse al poeta.
— ¿Uh? ¿Que sera todo ese jaleo? — Miró a la puerta por la que entró la "dulce" chica de cabellos blancos.
— Naaaah... Seran algunos idiotas que estaran armando jaleo, tu no te preocupes de eso, y preocupate mas por mí... — Contestó arrinconandolo en una pared con la espalda en su pecho.
— Total... Que mas da... En cuanto entren por esa puerta, no solo vas a quedar como un desgraciado que se burla de las costumres, si no tambien de un depravado que asalta a las pobres jovenes.... La verdad, podria acostumbrarme a esto joder a la gente — Rió dulce pero sonoramente para hacerle evadir la mirada de la puerta.