9/07/2016, 23:51
Por unos instantes, la entrada de la casa se sumió en profundo e inquietante silencio. Pero tal silencio no era señal de estar solo, pues se le hacía obvio que al otro lado de la puerta había alguien observándole. Al final, la voz de la anciana llegó hasta él desde el otro lado.
—¿Ishimura? —comentó, con voz confusa—. He escuchas cosas, cosas horribles. De un hombre con ese apellido teniendo relaciones extramatrimoniales con una prostituta. De mansiones quemadas. De un apellido maldito por los crímenes y la codicia y de múltiples violaciones y asesinatos a su nombre. Gente de un apellido tan sucio que nunca entraría en una casa como la mía...
«Debí saber que esto pasaría.» Se lamentó mientras trataba de mantener un rostro sereno «Se me suele olvidar que, a diferencia de mis contemporáneos, los adultos y ancianos tiene bastante claro quiénes eran los Ishimura y los escándalos y misterios en los que estaban envueltos.»
—Pero eso pertenece al apellido Ishimaru. Del tuyo no sé nada. Entra, entra. Te diré lo que quieras siempre que me cuentes algo interesante. —Aclaro, justo cuando el joven estaba por retirarse a pedir relevo a uno de sus compañeros.
«No creo que haya ninguna familia Ishimaru en la villa…» Era consciente de que si podría tratarse de su clan, y que la señora, en su vejez mental, recordará de forma errada el nombre.
La anciana abrió la puerta y se manifestó ante él, con su aspecto viejo y desgastado.
Aceptando la invitación de la señora, Kazuma procedió a entrar a aquella casa de aspecto raído. Pudo escuchar tras de sí como era cerrada una vieja y rechinante puerta de madera. Fue conducido por un pasillo, hasta llegar a una sala de estar de aspecto antiguo y descuidado; Tenía paredes pálidas y con pintura caída en algunos sitios y los muebles tenían las típicas deformaciones causadas por décadas de uso. La señora se adelantó y se posó sobre el sofá principal, para luego esperar a que el joven de piel morena se colocara en una silla de madera cercana, donde se acomodó de manera elegante y educada.
—Gracias por recibirme, señora —fue lo primero que dijo con su tono más cordial—. Como ya le había dicho; Soy parte de un grupo al cual se le encargó la limpieza de ciertas casas que fueron blancos del vandalismo.
»Dando fe del respeto al albedrío de los ciudadanos, le pregunto ¿Tenemos su permiso para proceder a eliminar el dibujo en su fachada? —dijo firme—. También, y si así lo prefiere, podemos retirarnos y dejar el asunto en sus manos.
El Ishimura sabia que habia otras cosas que preguntar y responder, pero aquella era la prioridad; Lo último que necesitaba era ponerse a hablar y que para cuando sus compañeros terminaran de limpiar, la ancian decidiera que quería conservar aquel grafiti.
—¿Ishimura? —comentó, con voz confusa—. He escuchas cosas, cosas horribles. De un hombre con ese apellido teniendo relaciones extramatrimoniales con una prostituta. De mansiones quemadas. De un apellido maldito por los crímenes y la codicia y de múltiples violaciones y asesinatos a su nombre. Gente de un apellido tan sucio que nunca entraría en una casa como la mía...
«Debí saber que esto pasaría.» Se lamentó mientras trataba de mantener un rostro sereno «Se me suele olvidar que, a diferencia de mis contemporáneos, los adultos y ancianos tiene bastante claro quiénes eran los Ishimura y los escándalos y misterios en los que estaban envueltos.»
—Pero eso pertenece al apellido Ishimaru. Del tuyo no sé nada. Entra, entra. Te diré lo que quieras siempre que me cuentes algo interesante. —Aclaro, justo cuando el joven estaba por retirarse a pedir relevo a uno de sus compañeros.
«No creo que haya ninguna familia Ishimaru en la villa…» Era consciente de que si podría tratarse de su clan, y que la señora, en su vejez mental, recordará de forma errada el nombre.
La anciana abrió la puerta y se manifestó ante él, con su aspecto viejo y desgastado.
Aceptando la invitación de la señora, Kazuma procedió a entrar a aquella casa de aspecto raído. Pudo escuchar tras de sí como era cerrada una vieja y rechinante puerta de madera. Fue conducido por un pasillo, hasta llegar a una sala de estar de aspecto antiguo y descuidado; Tenía paredes pálidas y con pintura caída en algunos sitios y los muebles tenían las típicas deformaciones causadas por décadas de uso. La señora se adelantó y se posó sobre el sofá principal, para luego esperar a que el joven de piel morena se colocara en una silla de madera cercana, donde se acomodó de manera elegante y educada.
—Gracias por recibirme, señora —fue lo primero que dijo con su tono más cordial—. Como ya le había dicho; Soy parte de un grupo al cual se le encargó la limpieza de ciertas casas que fueron blancos del vandalismo.
»Dando fe del respeto al albedrío de los ciudadanos, le pregunto ¿Tenemos su permiso para proceder a eliminar el dibujo en su fachada? —dijo firme—. También, y si así lo prefiere, podemos retirarnos y dejar el asunto en sus manos.
El Ishimura sabia que habia otras cosas que preguntar y responder, pero aquella era la prioridad; Lo último que necesitaba era ponerse a hablar y que para cuando sus compañeros terminaran de limpiar, la ancian decidiera que quería conservar aquel grafiti.