24/07/2016, 15:00
—Que mal… —Para cuando por fin había abandonado la casa, sus compañeros ya habían terminado el trabajo.
El Uchiha le plantó una mirada que estaba lejos de ser amigable, pero que tampoco lograba ser mínimamente intimidante. El Ishimura se limitó a mirarlo de manera simple y relajada, dejando que su expresión hablara por él y dijera algo cercano a “¿Que se le va a hacer?”. Su observador se limitó a continuar hablando en tono frío y serio.
—¿Conseguiste algo interesante? —le preguntó, mirándole directamente—. Y ya de paso, ¿Había algún reloj? Saber cuánto nos queda nos vendría bien.
—Conseguí su consentimiento para limpiar y un poco de información —contestó de buen tono, satisfecho con el hecho de que al menos Juro se comportaba como alguien de su edad y de su profesión—. Ah, la hora… Si, deben faltar un cuarto para las cuatro, aproximadamente.
De hecho la inclinación del sol era ya bastante notable, por lo que podía suponerse que solo faltarían unas cuantas horas para el atardecer y para alcanzar el tiempo límite de su misión. El joven de ojos grises se acercó a tomar la caja de los guantes y mascarillas y la cubeta.
—Luego les contare lo que me dijo la señora —prometió mientras se preparaba para continuar—. Por ahora pongámonos en marcha.
Dijo aquello e inmediatamente, y con prisa, comenzó a caminar en dirección de la casa que faltaba por limpiar.
El Uchiha le plantó una mirada que estaba lejos de ser amigable, pero que tampoco lograba ser mínimamente intimidante. El Ishimura se limitó a mirarlo de manera simple y relajada, dejando que su expresión hablara por él y dijera algo cercano a “¿Que se le va a hacer?”. Su observador se limitó a continuar hablando en tono frío y serio.
—¿Conseguiste algo interesante? —le preguntó, mirándole directamente—. Y ya de paso, ¿Había algún reloj? Saber cuánto nos queda nos vendría bien.
—Conseguí su consentimiento para limpiar y un poco de información —contestó de buen tono, satisfecho con el hecho de que al menos Juro se comportaba como alguien de su edad y de su profesión—. Ah, la hora… Si, deben faltar un cuarto para las cuatro, aproximadamente.
De hecho la inclinación del sol era ya bastante notable, por lo que podía suponerse que solo faltarían unas cuantas horas para el atardecer y para alcanzar el tiempo límite de su misión. El joven de ojos grises se acercó a tomar la caja de los guantes y mascarillas y la cubeta.
—Luego les contare lo que me dijo la señora —prometió mientras se preparaba para continuar—. Por ahora pongámonos en marcha.
Dijo aquello e inmediatamente, y con prisa, comenzó a caminar en dirección de la casa que faltaba por limpiar.