30/08/2016, 22:55
(Última modificación: 30/08/2016, 22:56 por Aotsuki Ayame.)
—Muy bien. Malditos cobardes, lo haré sin vosotros —replicó Anzu, y Ayame se sintió como si le hubiesen clavado un kunai al rojo vivo en el pecho—. Quedaos en vuestras casas cómodamente sentados mientras una verdadera ninja pone un poco de justicia por medio en este estercolero moral.
«Una verdadera ninja...» Las palabras de la de Takigakure se repitieron como un doloroso golpe en su cabeza.
Anzu se dio media vuelta antes de que pudiera siquiera pensar en una respuesta. Escuchó al anciano suspirar con pesadez junto a ella. Ayame se mordió el labio inferior, aún con las palabras de la chica royéndole las entrañas.
—Esp... —dio un paso al frente, pero algo la detuvo. No fue nada físico, sino algo que iba más allá. El miedo la atenazaba y además...—. Lo siento, tengo una misión que cumplir para mi aldea...
Sacudió la cabeza, y sin tan siquiera mirar al anciano giró sobre sus talones y arrancó a correr en dirección contraria.
«Maldita sea, ¿qué clase de mala excusa ha sido esa?» Se riñó, con los ojos anegados de lágrimas, pero enseguida volvió a agitar la cabeza. En realidad no había sido mentira, ella sólo había decidido pasearse por el pueblo mientras esperaba a que partiera el ferrocarril que habría de llevarla de vuelta a casa con el cargamento de bambú que Yui...
¿A quién quería engañar? Había sido una maldita cobarde. Y lo sabía, por mucho que tratara de engañarse. Y ahora tendría que cargar con aquel peso sobre su conciencia.
El peso de no haber ayudado a Anzu a liberar a los pandas explotados de Kuroshiro.
«Como una verdadera ninja...» Se repitió, con profundo resentimiento. Lo que sí estaba claro era que no podía volver por aquel lugar nunca más.
«Una verdadera ninja...» Las palabras de la de Takigakure se repitieron como un doloroso golpe en su cabeza.
Anzu se dio media vuelta antes de que pudiera siquiera pensar en una respuesta. Escuchó al anciano suspirar con pesadez junto a ella. Ayame se mordió el labio inferior, aún con las palabras de la chica royéndole las entrañas.
—Esp... —dio un paso al frente, pero algo la detuvo. No fue nada físico, sino algo que iba más allá. El miedo la atenazaba y además...—. Lo siento, tengo una misión que cumplir para mi aldea...
Sacudió la cabeza, y sin tan siquiera mirar al anciano giró sobre sus talones y arrancó a correr en dirección contraria.
«Maldita sea, ¿qué clase de mala excusa ha sido esa?» Se riñó, con los ojos anegados de lágrimas, pero enseguida volvió a agitar la cabeza. En realidad no había sido mentira, ella sólo había decidido pasearse por el pueblo mientras esperaba a que partiera el ferrocarril que habría de llevarla de vuelta a casa con el cargamento de bambú que Yui...
¿A quién quería engañar? Había sido una maldita cobarde. Y lo sabía, por mucho que tratara de engañarse. Y ahora tendría que cargar con aquel peso sobre su conciencia.
El peso de no haber ayudado a Anzu a liberar a los pandas explotados de Kuroshiro.
«Como una verdadera ninja...» Se repitió, con profundo resentimiento. Lo que sí estaba claro era que no podía volver por aquel lugar nunca más.