22/12/2016, 23:33
Un paso, otro paso, otro paso... Y de pronto, la kunoichi se encontró en uno de los pueblos conocidos por su agricultura. No hacía ni varios días que había salido en busca de algunas hierbas medicinales, pero no pensaba que tras no sopesar fríamente antes de emprender su viaje sobre él en sí, se encontrase con lo que andaba buscando tan deprisa.
La chica frotó sus manos en un intento vano de calentarlas, pues estaban completamente heladas, mientras la noche se hundía en su piel. La suerte es que su querida vecina y amiga Spid-Yoko le había hablado sobre una amiga que vivía allí, solo tenía que recordar el lugar del que le había hablado.
''No puede estar muy lejos...''
Aunque no tardó mucho en encontrarlo, ya que era la casa más... Extraña, del lugar. Por así definirlo de alguna manera. De tejados verdosos y paredes rosas. Sí, rosas, como lo leéis. A la joven casi le da dolor de ojos al ver como relucía aquel rosa chillón que brillaba ante la luz de la luna. Sin embargo, el sueño la embriagaba cada vez más y necesitaba una buena cama donde pasar la noche, por eso se tragó sus dolores de ojos ante tal horror y tocó a la puerta varias veces.
Tras unos largos tres segundos, la puerta se abrió para dar con una mujer rechoncha que rondaba los cuarenta años, con aspecto de bonachona. Su pelo rizado le llegaba por los hombros y su bata verde apenas llegaba a sus rodillas.
— ¡Vaya! ¡Visitas! — Exclamó con voz pastosa. — ¿Nos conocemos, monada?
— Buenas noches, señora. — Saludó con una sonrisa. — Vengo de Uzushiogakure, soy amiga de Akashi Yoko, y me dijo que si en algún momento necesitaba algo de Minori, no dudase en pasarme y saludar. — Explicó. — Mi nombre es Mizumi Eri.
La mujer la evaluó de arriba a abajo para luego dedicarle una sonrisa.
— Entonces pasa, no te quedes ahí helada. — Y la joven no tardó nada en ocultarse en la tan horripilante casa ante los ojos de un pintor profesional.
La chica frotó sus manos en un intento vano de calentarlas, pues estaban completamente heladas, mientras la noche se hundía en su piel. La suerte es que su querida vecina y amiga Spid-Yoko le había hablado sobre una amiga que vivía allí, solo tenía que recordar el lugar del que le había hablado.
''No puede estar muy lejos...''
Aunque no tardó mucho en encontrarlo, ya que era la casa más... Extraña, del lugar. Por así definirlo de alguna manera. De tejados verdosos y paredes rosas. Sí, rosas, como lo leéis. A la joven casi le da dolor de ojos al ver como relucía aquel rosa chillón que brillaba ante la luz de la luna. Sin embargo, el sueño la embriagaba cada vez más y necesitaba una buena cama donde pasar la noche, por eso se tragó sus dolores de ojos ante tal horror y tocó a la puerta varias veces.
Tras unos largos tres segundos, la puerta se abrió para dar con una mujer rechoncha que rondaba los cuarenta años, con aspecto de bonachona. Su pelo rizado le llegaba por los hombros y su bata verde apenas llegaba a sus rodillas.
— ¡Vaya! ¡Visitas! — Exclamó con voz pastosa. — ¿Nos conocemos, monada?
— Buenas noches, señora. — Saludó con una sonrisa. — Vengo de Uzushiogakure, soy amiga de Akashi Yoko, y me dijo que si en algún momento necesitaba algo de Minori, no dudase en pasarme y saludar. — Explicó. — Mi nombre es Mizumi Eri.
La mujer la evaluó de arriba a abajo para luego dedicarle una sonrisa.
— Entonces pasa, no te quedes ahí helada. — Y la joven no tardó nada en ocultarse en la tan horripilante casa ante los ojos de un pintor profesional.