10/01/2017, 20:17
(Última modificación: 12/02/2017, 12:47 por Uzumaki Eri.)
En mi afan por el conocimiento shinobi empecé a indagar en la legendaria historia de los tres kages que derrotaron a las nueve bestias igual de legendarias que ellos. Tenia varias hojas llenas de lo que todas esas personas que no son yo catalogarian de garabatos ininteligibles, pero estaba cerca. Estaba seguro que habia sido tapado para evitar guerras posteriores, para que las tres villas acabaran firmando el tratado de paz. El Uzukage implicado era un Uzumaki, el clan reconocido mundialmente por sus tecnicas de sellado y por su gran vitalidad. Seguramente él solo se encargara de las bestias mientras esos kages de tercera se dedicaban a molestar.
Seguro que alguien en la epoca adecuada se hizo esas mismas preguntas, encontrar la respuesta a esas preguntas era lo que cualquier Uzushiogakuriense debia hacer y el único lugar donde podrían estar esas respuestas era en el lugar original donde sucedió el incidente. El Valle del Fin.
Salir de la villa y llegar hasta el mismo borde del pais que la cobijaba. Era arriesgado hasta para mi, si alguno de esos asesinos me veia fisgoneando en el lugar donde su sangrienta villa plantó la semilla para vanagloriarse durante siglos de una gloria que no es suya, seguramente tendria problemas. Pero la mayoria de ocasiones el problema era yo, así que tampoco era para tanto.
Llegué al salir el Sol. La enorme bola llameante asomaba por el horizonte moviendose lentamente de forma ascendente, para ver mi figura asomaba al acantilado bajo el cual quedaba un enorme lago de agua. Su hermosura hacia dificil a priori decir que aquel fue el lugar donde hubo una batalla, cuanto menos, de titanicas dimensiones. Me quedé ahí embobado un rato, mirando desde arriba el lejano lago, aunque no tan lejano si consideras que la gravedad esta de tu lado.
Cuando me recuperé me acordé de que una de las dos estatuas que estan pegadas al acantilado era la de mi Uzukage, pero distinguirlas era casi imposible con la luz solar ahora dandome en toda la cara. Me volví a detener ahora algo más lejos del borde mirando de lado a lado intentando encontrar una pista o una señal de neon gigante que me guiara, pero no la encontré.
Finalmente decidí que tendría que acercarme a una y ver cual era cual desde más cerca, aunque elegir a cual ir primero no fue tan facil. Acabé yendo hacia la de la derecha. A un par de pasos mi sentido aracnido me corrigió y vire sobre mi mismo en dirección a la de la izquierda. De nuevo, tres pasos despues mi sentido dotonero me instó a que iba en la dirección erronea y giré de nuevo. Volví a quedarme en el centro, indeciso. Miraba de estatua a estatua intentando no quedarme sin retinas por el Sol y sin saber a qué demonios hacer caso. Demasiadas voces en la cabeza.
Seguro que alguien en la epoca adecuada se hizo esas mismas preguntas, encontrar la respuesta a esas preguntas era lo que cualquier Uzushiogakuriense debia hacer y el único lugar donde podrían estar esas respuestas era en el lugar original donde sucedió el incidente. El Valle del Fin.
Salir de la villa y llegar hasta el mismo borde del pais que la cobijaba. Era arriesgado hasta para mi, si alguno de esos asesinos me veia fisgoneando en el lugar donde su sangrienta villa plantó la semilla para vanagloriarse durante siglos de una gloria que no es suya, seguramente tendria problemas. Pero la mayoria de ocasiones el problema era yo, así que tampoco era para tanto.
Llegué al salir el Sol. La enorme bola llameante asomaba por el horizonte moviendose lentamente de forma ascendente, para ver mi figura asomaba al acantilado bajo el cual quedaba un enorme lago de agua. Su hermosura hacia dificil a priori decir que aquel fue el lugar donde hubo una batalla, cuanto menos, de titanicas dimensiones. Me quedé ahí embobado un rato, mirando desde arriba el lejano lago, aunque no tan lejano si consideras que la gravedad esta de tu lado.
Cuando me recuperé me acordé de que una de las dos estatuas que estan pegadas al acantilado era la de mi Uzukage, pero distinguirlas era casi imposible con la luz solar ahora dandome en toda la cara. Me volví a detener ahora algo más lejos del borde mirando de lado a lado intentando encontrar una pista o una señal de neon gigante que me guiara, pero no la encontré.
Finalmente decidí que tendría que acercarme a una y ver cual era cual desde más cerca, aunque elegir a cual ir primero no fue tan facil. Acabé yendo hacia la de la derecha. A un par de pasos mi sentido aracnido me corrigió y vire sobre mi mismo en dirección a la de la izquierda. De nuevo, tres pasos despues mi sentido dotonero me instó a que iba en la dirección erronea y giré de nuevo. Volví a quedarme en el centro, indeciso. Miraba de estatua a estatua intentando no quedarme sin retinas por el Sol y sin saber a qué demonios hacer caso. Demasiadas voces en la cabeza.
—Nabi—