11/01/2017, 03:23
Riko no era una de aquellas personas a las que se pueden llamar curiosas, pero, en ciertas ocasiones, las ganas de aumentar, aunque sea levemente su conocimiento, le hace llegar a preparar ciertos viajes o ciertas situaciones que de normal no haría, por lo que, recordando fuertemente una de aquellas tediosas clases de historia del mundo shinobi, se le vino a la mente aquella fantástica historia de como los tres kages antiguos habían conseguido controlar a las bestias llamadas bijuu, en un lugar hoy conocido como Valle del Fin, en el que se erigieron tres grandes estatuas en honor a los susodichos kages.
Habrá que ir en algún momento...
Y, como acababa de graduarse en la academia y realmente no tenía mucho que hacer a parte de entrenar, el peliblanco preparó rápidamente sus cosas y, a toda prisa se dirigió hacia el límite del país en el que se encontraba, en busca de algo que hacer y, ya de paso, a ver si era cierto todo aquello que decían de las estatuas.
El viaje se le hizo algo pesado, al fin y al cabo, era la primera vez que viajaba y tendría que acostumbrarse. Cuando, a lo lejos, se comenzaron a intuir las siluetas de unas estatuas de un tamaño completamente exagerado, el muchacho echó a correr, quería llegar cuanto antes, ahora ya no le movían las ganas de conocer el lugar, quería poner los pies en remojo, pues, con el calor que hacía, los tenía a punto de derretirse.
El de los ojos violetas comenzó la subida hacia donde se encontraba el famoso lago del que tanto había oído hablar, y, para su sorpresa, no había sido el único que había pensado que pasar el rato allí sería algo de gran interés cultural, pues dos jóvenes, a los que no podía distinguir a esa distancia se encontraban allí, como dos pasmarotes, y, un tercero, corriendo un poco más a lo lejos, que se acercaba a donde los otros se encontraban.
¿Qué hace?
Se preguntó el joven al acercarse un poco más y ver que llevabab una especie de jaula a las espaldas.
En un primer momento, el joven Senju se acercó hacía la posición de la pareja, no pensaba si quiera saludarlos, solo quería poner los pies en remojo, pero, cuando se encontró a una distancia prudente, se percató de que eran compañeros de Villa.
— ¡Hombre, qué sorpresa! No esperaba encontrarme ningún compatriota por aquí. — Saludó el muchacho, quedando parado mirándolos a ambos, y desviando la mirada hacia el joven que se acercaba corriendo.
Habrá que ir en algún momento...
Y, como acababa de graduarse en la academia y realmente no tenía mucho que hacer a parte de entrenar, el peliblanco preparó rápidamente sus cosas y, a toda prisa se dirigió hacia el límite del país en el que se encontraba, en busca de algo que hacer y, ya de paso, a ver si era cierto todo aquello que decían de las estatuas.
El viaje se le hizo algo pesado, al fin y al cabo, era la primera vez que viajaba y tendría que acostumbrarse. Cuando, a lo lejos, se comenzaron a intuir las siluetas de unas estatuas de un tamaño completamente exagerado, el muchacho echó a correr, quería llegar cuanto antes, ahora ya no le movían las ganas de conocer el lugar, quería poner los pies en remojo, pues, con el calor que hacía, los tenía a punto de derretirse.
El de los ojos violetas comenzó la subida hacia donde se encontraba el famoso lago del que tanto había oído hablar, y, para su sorpresa, no había sido el único que había pensado que pasar el rato allí sería algo de gran interés cultural, pues dos jóvenes, a los que no podía distinguir a esa distancia se encontraban allí, como dos pasmarotes, y, un tercero, corriendo un poco más a lo lejos, que se acercaba a donde los otros se encontraban.
¿Qué hace?
Se preguntó el joven al acercarse un poco más y ver que llevabab una especie de jaula a las espaldas.
En un primer momento, el joven Senju se acercó hacía la posición de la pareja, no pensaba si quiera saludarlos, solo quería poner los pies en remojo, pero, cuando se encontró a una distancia prudente, se percató de que eran compañeros de Villa.
— ¡Hombre, qué sorpresa! No esperaba encontrarme ningún compatriota por aquí. — Saludó el muchacho, quedando parado mirándolos a ambos, y desviando la mirada hacia el joven que se acercaba corriendo.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»