13/01/2017, 13:09
(Última modificación: 13/01/2017, 13:09 por Inuzuka Nabi.)
Riko reaccionó tarde, por la sorpresa que le habia causado verse envuelto en toda esa situación, tal vez tuviera algún trastorno que le impedia reaccionar rapido o ver ranas con colores extraños, porque entre que reaccionaba y buscaba el bicho ese con los ojos, Eri ya la tenia en sus brazos.
— ¡ES MÍA! No te preocupes pequeña, ahora estás a salvo, vendrás conmigo a mi casa y juntas nos ayudaremos hasta que te pongas bien, ¡porque ese color no es normal!
No pudo contener una sonrisa de superioridad. Encaré al agresor de ranas y le espeté su inferioridad en letras que formaban palabras que formaban oraciones que formaban un imperio.
— ¡Así es como se tiene que tratar a los animales! Sinvergüenza tortura amfibios.
Al volver a mirar hacia Eri y Riko vi que algo andaba mal, Eri parecia... tiesa y, de hecho, no lo parecia, ¡estaba tiesa! De nuevo, reaccioné antes que nadie, tal vez porque ya estaba acostumbrado a hacer esas cosas. Recorté la distancia que me separaba del maleante y lancé un puñetazo al estomago, tanto si conectaba como si no, el siguiente paso seria agarrar el cuello de su camisa y zarandearle violentamente.
— ¡¿Qué le has hecho?! ¡¿Qué demonios es esa rana?! Como no la cures vas a tener que hacer los sellos con los pies.
Las armas me ardian en los portaobjetos, igual que la furia en mis puños. Pero la prioridad era que curara lo que le habia hecho a Eri, despues ya habria tiempo de arreglarle la cara.
— ¡ES MÍA! No te preocupes pequeña, ahora estás a salvo, vendrás conmigo a mi casa y juntas nos ayudaremos hasta que te pongas bien, ¡porque ese color no es normal!
No pudo contener una sonrisa de superioridad. Encaré al agresor de ranas y le espeté su inferioridad en letras que formaban palabras que formaban oraciones que formaban un imperio.
— ¡Así es como se tiene que tratar a los animales! Sinvergüenza tortura amfibios.
Al volver a mirar hacia Eri y Riko vi que algo andaba mal, Eri parecia... tiesa y, de hecho, no lo parecia, ¡estaba tiesa! De nuevo, reaccioné antes que nadie, tal vez porque ya estaba acostumbrado a hacer esas cosas. Recorté la distancia que me separaba del maleante y lancé un puñetazo al estomago, tanto si conectaba como si no, el siguiente paso seria agarrar el cuello de su camisa y zarandearle violentamente.
— ¡¿Qué le has hecho?! ¡¿Qué demonios es esa rana?! Como no la cures vas a tener que hacer los sellos con los pies.
Las armas me ardian en los portaobjetos, igual que la furia en mis puños. Pero la prioridad era que curara lo que le habia hecho a Eri, despues ya habria tiempo de arreglarle la cara.
—Nabi—