13/01/2017, 13:54
Qué caprichoso era el mundo con ella, ya que Eri lo único que había querido hacer era salvar a un pobre e indefenso animal cuando éste no tenía nada ni de pobre, ni de indefensa. No contenta con ser atrapada, el sapo se deslizó con gran maestría y delicadeza por entre sus cortos brazos, y cuando quiso lanzarse de nuevo a por él, vio que su cuerpo no le respondía a las demandas que su cerebro les mandaba.
Se encontraba paralizada.
— E... Eri, ¿estás bien?
''Claro que estoy bien... ¿No ves cómo estoy PARALIZADA?''
— No, no me puedo mover... — Respondió al borde del pánico. Sus ojos comenzaban a picarle presa de un sentimiento de impotencia. ¿Acabaría paralizada de por siempre? ¿No podría moverse más? Sus ojos vidriosos se dirigieron ahora al muchacho que seguía al sapo y la estampa que se encontró no la horrorizó tanto como su estado, pero sí hizo que se olvidase por un instante que estaba paralizada.
— ¡¿Qué le has hecho?! ¡¿Qué demonios es esa rana?! Como no la cures vas a tener que hacer los sellos con los pies.
No supo por qué las palabras no acudieron a su garganta para tratar de impedir que Nabi matase al desconocido, pero es que tenía miedo, mucho miedo.
— ¡No quiero quedarme así! — Se quejó con voz chillona. — ¡Pu qué sapo, pu qué! ¡Yo te quería! — Chillaba al sapo que se alejaba.
Se encontraba paralizada.
— E... Eri, ¿estás bien?
''Claro que estoy bien... ¿No ves cómo estoy PARALIZADA?''
— No, no me puedo mover... — Respondió al borde del pánico. Sus ojos comenzaban a picarle presa de un sentimiento de impotencia. ¿Acabaría paralizada de por siempre? ¿No podría moverse más? Sus ojos vidriosos se dirigieron ahora al muchacho que seguía al sapo y la estampa que se encontró no la horrorizó tanto como su estado, pero sí hizo que se olvidase por un instante que estaba paralizada.
— ¡¿Qué le has hecho?! ¡¿Qué demonios es esa rana?! Como no la cures vas a tener que hacer los sellos con los pies.
No supo por qué las palabras no acudieron a su garganta para tratar de impedir que Nabi matase al desconocido, pero es que tenía miedo, mucho miedo.
— ¡No quiero quedarme así! — Se quejó con voz chillona. — ¡Pu qué sapo, pu qué! ¡Yo te quería! — Chillaba al sapo que se alejaba.