18/01/2017, 23:09
Tras la interrupción de Riko, Eri le regañó por dicha interrupción por el ansia viva de que le curaran, lógico, pues no podia mover medio cuerpo, así aprendería a hacer caso cuando el gran Nabi dice que el que tiene que coger la rana es Riko. Las adolescentes están locas.
Mientras, yo no necesitaba decir nada, la mirada de mi compañero se posó en mi, buscando que yo tambien desistiera de meter presión, pero ya podía pedirle milagros a Shiona, que mi mano derecha no se apartaría del mango de la Kodachi y la izquierda estaba a un temblor de sacar el kunai.
El Amegakureño sacó un botecito con un liquido extraño y tremebundo, echó un poco en su mano y empezó a emanar un chakra tenebroso y raro. Como cualquiera imaginaria el chakra de un Amegakureño, esos parasitos adoranubes no tienen nada bueno.
Pasaron unos minutos hasta que finalmente el chamán mutaanimales ese acabó de sacar toda la baba paralizante de Eri, tras lo cual se sacudió la mano tirando los restos al suelo. Me acerqué a ella, al igual que Riko, le puse la mano en el hombro y clavé mi mirada en sus ojos para ver como estaba.
— ¿Ya? ¿Cómo estás, Eri?
— ¿Puedes moverte?
Si veia algo raro en los ojos de su amiga o le contestaba cualquier cosa que no fuera "Estoy genialosamente, Nabi-sama", más le valía haber empezado a correr a aquel extraño violasapos.
Mientras, yo no necesitaba decir nada, la mirada de mi compañero se posó en mi, buscando que yo tambien desistiera de meter presión, pero ya podía pedirle milagros a Shiona, que mi mano derecha no se apartaría del mango de la Kodachi y la izquierda estaba a un temblor de sacar el kunai.
El Amegakureño sacó un botecito con un liquido extraño y tremebundo, echó un poco en su mano y empezó a emanar un chakra tenebroso y raro. Como cualquiera imaginaria el chakra de un Amegakureño, esos parasitos adoranubes no tienen nada bueno.
Pasaron unos minutos hasta que finalmente el chamán mutaanimales ese acabó de sacar toda la baba paralizante de Eri, tras lo cual se sacudió la mano tirando los restos al suelo. Me acerqué a ella, al igual que Riko, le puse la mano en el hombro y clavé mi mirada en sus ojos para ver como estaba.
— ¿Ya? ¿Cómo estás, Eri?
— ¿Puedes moverte?
Si veia algo raro en los ojos de su amiga o le contestaba cualquier cosa que no fuera "Estoy genialosamente, Nabi-sama", más le valía haber empezado a correr a aquel extraño violasapos.
—Nabi—