30/01/2017, 01:10
El primer acercamiento estaba hecho… Ahora solo le quedaba todo lo demás del tortuoso ritual conocido como socialización.
—Es un honor, Akame-san —hizo una moderada reverencia, y luego se giró hacia el otro muchacho para hacer lo mismo—. Es un honor Haskoz-san.
Al terminar la ceremoniosa presentación se dio cuenta de que ambos muchachos mantenían apuntando hacia él sus manos, no como si quisieran pedirle algo sino de forma que parecían necesitar ayuda para levantarse. Le bastó un momento de incertidumbre para recordar de qué se trataba aquel suceso: Le habían explicado que en las grandes poblaciones, y sobre todo entre sus contemporáneos, era común el utilizar algo conocido como “apretón de manos” para saludar a otros, reemplazando en gran medida las habituales y numerosas reverencias.
“Vamos, dales la mano. Si bien es extraño e invasivo es lo que acostumbran por estos lares”, pensó mientras devolvía el saludo a cada uno.
De más está decir que fue tanto incomodo como raro: No estaba seguro de que tan fuerte debía apretar, pues no quería parecer débil ni agresivo. Tampoco estaba seguro de cuánto debía de durar el contacto, pues ya había visto aquel gesto y en algunas ocasiones duraba mucho, mientras que en otras era solo un movimiento fugaz. Al terminar con aquello decidió decir algunas palabras para continuar con la conversación.
—De hecho, no soy nativo de la aldea —respondió, calmadamente, a la pregunta del peliblanco—. Bueno, me refiero a que el registro civil indica que nací aquí, pero me crié fuera. Hace poco más de un mes que regrese para laborar como ninja, así que es natural el que nadie me conozca.
—Es un honor, Akame-san —hizo una moderada reverencia, y luego se giró hacia el otro muchacho para hacer lo mismo—. Es un honor Haskoz-san.
Al terminar la ceremoniosa presentación se dio cuenta de que ambos muchachos mantenían apuntando hacia él sus manos, no como si quisieran pedirle algo sino de forma que parecían necesitar ayuda para levantarse. Le bastó un momento de incertidumbre para recordar de qué se trataba aquel suceso: Le habían explicado que en las grandes poblaciones, y sobre todo entre sus contemporáneos, era común el utilizar algo conocido como “apretón de manos” para saludar a otros, reemplazando en gran medida las habituales y numerosas reverencias.
“Vamos, dales la mano. Si bien es extraño e invasivo es lo que acostumbran por estos lares”, pensó mientras devolvía el saludo a cada uno.
De más está decir que fue tanto incomodo como raro: No estaba seguro de que tan fuerte debía apretar, pues no quería parecer débil ni agresivo. Tampoco estaba seguro de cuánto debía de durar el contacto, pues ya había visto aquel gesto y en algunas ocasiones duraba mucho, mientras que en otras era solo un movimiento fugaz. Al terminar con aquello decidió decir algunas palabras para continuar con la conversación.
—De hecho, no soy nativo de la aldea —respondió, calmadamente, a la pregunta del peliblanco—. Bueno, me refiero a que el registro civil indica que nací aquí, pero me crié fuera. Hace poco más de un mes que regrese para laborar como ninja, así que es natural el que nadie me conozca.