6/02/2017, 20:14
(Última modificación: 7/02/2017, 00:33 por Uchiha Akame.)
Y allí fue Akame, justo detrás de su compañero Uchiha, escalando con paso ágil la pared del bloque de pisos. No era la forma más educada ni normal de acceder, pero dadas las circunstancias Haskoz consideró —sin preguntar a nadie— que estaba justificado. Y Akame también, a juzgar por cómo corría pared arriba. Una ventana abierta, cuando debería estar cerrada, nunca era buen presagio.
Sus temores no tardaron en confirmarse. Cruzó la ventana detrás de Haskoz y aterrizó en un mar de desorden. Era casi la misma representación del caos en el que su compañero parecía regocijarse, a juzgar por sus palabras. Akame no pudo evitar encarcar una ceja, escéptico; sabía que el Uchiha albino era un chico peculiar, pero no se imaginaba cómo tal desorden podía no ser un claro indicativo de que sus cualidades como ninja no eran las mejores. ¿Cómo demonios iba a encontrar nada en aquel basurero al que llamaba apartamento?
Sin embargo y pese a todo, la cosa estaba a punto de ponerse mucho peor, tal y como constató el propio Haskoz con un grito que llegó hasta la calle, donde Kotetsu les esperaba. El espadachín no se hizo esperar, y apareció a los pocos instantes.
«¡Por todos los demonios de Oonindo, esto no puede estar pasando! ¿¡Quién demonio querría robar esas invitaciones, y para qué!?»
—Quietos. No os mováis, podríais echar a perder alguna pista.
Akame cerró los ojos. No era momento de perder los papeles. Cuando los abrió, su mirada recorrió rápidamente la escena del crimen, iluminada por la clarividencia del Sharingan de dos aspas. El Uchiha empezó a recorrer la entrada del apartamento con paso tranquilo, revisando primero el suelo, y luego las paredes en busca de cualquier pista; una huella, un pelo, un objeto que no debía estar allí, o alguno que faltase.
Sus temores no tardaron en confirmarse. Cruzó la ventana detrás de Haskoz y aterrizó en un mar de desorden. Era casi la misma representación del caos en el que su compañero parecía regocijarse, a juzgar por sus palabras. Akame no pudo evitar encarcar una ceja, escéptico; sabía que el Uchiha albino era un chico peculiar, pero no se imaginaba cómo tal desorden podía no ser un claro indicativo de que sus cualidades como ninja no eran las mejores. ¿Cómo demonios iba a encontrar nada en aquel basurero al que llamaba apartamento?
Sin embargo y pese a todo, la cosa estaba a punto de ponerse mucho peor, tal y como constató el propio Haskoz con un grito que llegó hasta la calle, donde Kotetsu les esperaba. El espadachín no se hizo esperar, y apareció a los pocos instantes.
«¡Por todos los demonios de Oonindo, esto no puede estar pasando! ¿¡Quién demonio querría robar esas invitaciones, y para qué!?»
—Quietos. No os mováis, podríais echar a perder alguna pista.
Akame cerró los ojos. No era momento de perder los papeles. Cuando los abrió, su mirada recorrió rápidamente la escena del crimen, iluminada por la clarividencia del Sharingan de dos aspas. El Uchiha empezó a recorrer la entrada del apartamento con paso tranquilo, revisando primero el suelo, y luego las paredes en busca de cualquier pista; una huella, un pelo, un objeto que no debía estar allí, o alguno que faltase.