20/02/2017, 23:10
Lo que sucedió a continuación cogió por sorpresa al más joven de los Uchiha. Haskoz pareció reconocer al instante aquellas iniciales y, por consiguiente, la identidad del presunto ladrón. Y es que lo de presunto no tenía demasiada relevancia para el desordenado Uchiha de pelo blanco que, como una exhalación, salió de su apartamento para subir varios tramos de escaleras. Akame oyó sus pasos, furiosos, retumbando contra los escalones mientras el muchacho seguía vociferando, presa de una ira visceral.
—¿Pero qué demonios le pasa? —dijo, finalmente, poniendo su mejor cara de "no tengo ni idea de qué está ocurriendo".
Kotetsu, por el contrario, pareció gravemente turbado por aquel hecho y sin perder un instante más salió a la zaga de su compañero gennin. Por puro impulso Akame echó a correr también detrás del Hagakure; tenía miedo de que, si se quedaba solo en mitad del caótico laberinto que formaban los chismes esparcidos por el apartamento de Haskoz, quizás nunca pudiese encontrar la salida.
Cuando superó el último tramo de escaleras, vio —o, más bien, escuchó— a Haskoz aporreando la puerta de un apartamento con gran enfado. Kotetsu, a su lado, lo zamarreaba y le instaba a deponer aquella belicosa actitud. Akame fue hilando las piezas mientras alzaba los brazos, tratando de calmar los ánimos con su característica tranquilidad.
—Calma, compañeros —sugirió, conciliador—. Es evidente que Haskoz-kun intuye algo que a los demás se nos escapaba. ¿Y bien? —fijó sus ojos, que habían recuperado su habitual tono azabache, en los del aludido—. ¿Sospechas del dueño de esta vivienda?
—¿Pero qué demonios le pasa? —dijo, finalmente, poniendo su mejor cara de "no tengo ni idea de qué está ocurriendo".
Kotetsu, por el contrario, pareció gravemente turbado por aquel hecho y sin perder un instante más salió a la zaga de su compañero gennin. Por puro impulso Akame echó a correr también detrás del Hagakure; tenía miedo de que, si se quedaba solo en mitad del caótico laberinto que formaban los chismes esparcidos por el apartamento de Haskoz, quizás nunca pudiese encontrar la salida.
Cuando superó el último tramo de escaleras, vio —o, más bien, escuchó— a Haskoz aporreando la puerta de un apartamento con gran enfado. Kotetsu, a su lado, lo zamarreaba y le instaba a deponer aquella belicosa actitud. Akame fue hilando las piezas mientras alzaba los brazos, tratando de calmar los ánimos con su característica tranquilidad.
—Calma, compañeros —sugirió, conciliador—. Es evidente que Haskoz-kun intuye algo que a los demás se nos escapaba. ¿Y bien? —fijó sus ojos, que habían recuperado su habitual tono azabache, en los del aludido—. ¿Sospechas del dueño de esta vivienda?