20/02/2017, 23:23
(Última modificación: 20/02/2017, 23:23 por Uchiha Akame.)
—¡Agua, por las tetas de Yui-sama! ¡Dadme agua, coño!
Aquellos gritos, y el portazo que les precedió, casi consiguieron que Akame se tirase el té caliente por encima, pues alguna de las Fortunas —la más chistosa, probablemente— había querido que en ese preciso instante tuviese en los labios la humeante taza de barro que sostenía con ambas manos. «¡Por todos los demonios del Yomi! ¿¡Pero qué le pasa a este tip...!?». La voz interior que pronunciaba aquellas blasfemias calló tan pronto como los ojos negros y duros del Uchiha identificaron al ruidoso recién llegado.
—Por las tetas de Amaterasu... —masculló, en voz quizás demasiado alta.
«¿Es un hombre... Pez? ¿Qué tipo de criatura extraña tengo ante mí?»
Más que un pez cualquiera —carpa o esturión— aquel muchacho tenía unos rasgos escualos. Piel azul, branquias y colmillos afilados por dientes. Akame cerró la boca con un movimiento seco cuando se dio cuenta de que la tenía vergonzosamente entreabierta. Había leído muchas historias sobre todo tipo de criaturas singulares, pero nunca había visto una con sus propios ojos. «¡Vaya por donde! Sólo por esto el viaje ya ha merecido la pena». ¡Y menudo viaje! Incluso guiado por el ayudante del señor Nishijima, llegar hasta Kotai había sido más difícil de lo que el joven gennin pensara en un principio.
Incómodo, se revolvió en su asiento. Ocupaba una mesa pequeña y ligeramente apartada del resto. Su mochila de color verde militar descansaba sobre el piso, apoyada en una de las patas de la mesa. Contenía sus preciadas y únicas posesiones —sus artículos ninja y el Lamento de Hazama—, algo de ropa y un par de libros, porque Akame no tenía idea alguna de cuánto podía durar su estancia en Kotai. Él vestía una camiseta de mangas largas, de lino blanco y con el cuello ligeramente abierto surcado de cordones; pantalones color azul oscuro, largos también, y sandalias ninja. No llevaba sobre los hombros su capa de viaje, que reposaba, doblada, en su regazo.
Y, por supuesto, la bandana de Uzushiogakure no Sato, que lo identificaba como ninja del Remolino, ceñida al brazo derecho.
Aquellos gritos, y el portazo que les precedió, casi consiguieron que Akame se tirase el té caliente por encima, pues alguna de las Fortunas —la más chistosa, probablemente— había querido que en ese preciso instante tuviese en los labios la humeante taza de barro que sostenía con ambas manos. «¡Por todos los demonios del Yomi! ¿¡Pero qué le pasa a este tip...!?». La voz interior que pronunciaba aquellas blasfemias calló tan pronto como los ojos negros y duros del Uchiha identificaron al ruidoso recién llegado.
—Por las tetas de Amaterasu... —masculló, en voz quizás demasiado alta.
«¿Es un hombre... Pez? ¿Qué tipo de criatura extraña tengo ante mí?»
Más que un pez cualquiera —carpa o esturión— aquel muchacho tenía unos rasgos escualos. Piel azul, branquias y colmillos afilados por dientes. Akame cerró la boca con un movimiento seco cuando se dio cuenta de que la tenía vergonzosamente entreabierta. Había leído muchas historias sobre todo tipo de criaturas singulares, pero nunca había visto una con sus propios ojos. «¡Vaya por donde! Sólo por esto el viaje ya ha merecido la pena». ¡Y menudo viaje! Incluso guiado por el ayudante del señor Nishijima, llegar hasta Kotai había sido más difícil de lo que el joven gennin pensara en un principio.
Incómodo, se revolvió en su asiento. Ocupaba una mesa pequeña y ligeramente apartada del resto. Su mochila de color verde militar descansaba sobre el piso, apoyada en una de las patas de la mesa. Contenía sus preciadas y únicas posesiones —sus artículos ninja y el Lamento de Hazama—, algo de ropa y un par de libros, porque Akame no tenía idea alguna de cuánto podía durar su estancia en Kotai. Él vestía una camiseta de mangas largas, de lino blanco y con el cuello ligeramente abierto surcado de cordones; pantalones color azul oscuro, largos también, y sandalias ninja. No llevaba sobre los hombros su capa de viaje, que reposaba, doblada, en su regazo.
Y, por supuesto, la bandana de Uzushiogakure no Sato, que lo identificaba como ninja del Remolino, ceñida al brazo derecho.