21/03/2017, 21:55
Kōtetsu se limito a seguir el camino trazado por Akame en un calculado silencio. Salió por la ventana del apartamento de su compañero, lugar por el cual había ingresado anteriormente, hasta quedar de nuevo en aquella pared que le permitiría llegar hasta el siguiente piso de aquel complejo de apartamentos. Mientras subía, la situación se le hizo un tanto graciosa; jamás en su vida había entrado de manera tan furtiva a la casa de alguien, y para aquel momento ya lo había hecho dos veces, lo cual era suficiente como para hacerle pensar que tenía dotes para la infiltración.
“Es curiosa la forma que pueden adoptar los imprevistos. Hasta hace unas horas pensaba en la mejor forma de distribuir las invitaciones, y ahora solo pienso en la mejor manera de colarme por una ventana.”
En cuanto llegaron a la ventanilla, aventuro su cabeza adentro sin problema alguno, pues ya estaba abierta de par en par, tal como la de Haskoz. Solo que aquel marco de madera, por el cual observaba, no estaba destrozado, ni daba muestra de maltrato alguno.
Dentro parecía no haber nadie, solo unas cuantas sombras regulares y el desesperado y rítmico golpeteo de la puerta.
—Como era de esperarse, no hay nadie, Akame-san —aseguro en voz baja, mientras se introducía a sí mismo en el apartamento—. Quizás deba revisar el baño, por si se le ha ocurrido el esconderse allí.
Al Hakagurē ni se le ocurrió el buscar algún indicio o detalle dentro de aquel espacio, pues para él, puede que por lo poco desarrollado de sus percepciones, no era más que un lugar muy vacio y ordenado. Si, le parecía un sitio donde nada estaba fuera de lugar y donde nada era sospechoso. Se permitió caminar con total tranquilidad por el centro de la habitación, un poco distraído con lo difícil de la situación que tenía entre manos.
“Es curiosa la forma que pueden adoptar los imprevistos. Hasta hace unas horas pensaba en la mejor forma de distribuir las invitaciones, y ahora solo pienso en la mejor manera de colarme por una ventana.”
En cuanto llegaron a la ventanilla, aventuro su cabeza adentro sin problema alguno, pues ya estaba abierta de par en par, tal como la de Haskoz. Solo que aquel marco de madera, por el cual observaba, no estaba destrozado, ni daba muestra de maltrato alguno.
Dentro parecía no haber nadie, solo unas cuantas sombras regulares y el desesperado y rítmico golpeteo de la puerta.
—Como era de esperarse, no hay nadie, Akame-san —aseguro en voz baja, mientras se introducía a sí mismo en el apartamento—. Quizás deba revisar el baño, por si se le ha ocurrido el esconderse allí.
Al Hakagurē ni se le ocurrió el buscar algún indicio o detalle dentro de aquel espacio, pues para él, puede que por lo poco desarrollado de sus percepciones, no era más que un lugar muy vacio y ordenado. Si, le parecía un sitio donde nada estaba fuera de lugar y donde nada era sospechoso. Se permitió caminar con total tranquilidad por el centro de la habitación, un poco distraído con lo difícil de la situación que tenía entre manos.