22/03/2017, 20:31
El Uchiha entró en la vivienda siguiendo a Kotetsu, que tras un primer vistazo aventuró que estaba vacío. Akame no parecía tan seguro. Nada más pasar ambas piernas por el arco de la ventana, cayendo al otro lado con un ágil salto, el gennin activó su Sharingan. Sus ojos se tiñeron de sangre, dos aspas negras rodearon a cada pupila, y el Uchiha paseó la mirada por la estancia. Lo primero que le llamó la atención fueron los dos maniquíes, de modo que mientras Kotetsu se dirigía a revisar el baño, Akame se acercó a las figuras y las descubrió.
«¿Dónde estás, pequeño ladronzuelo? No puedes esconderte de mi Sharingan...»
Revisaría rápidamente bajo la cama y el escritorio, posibles lugares donde esconderse. No obstante, todo parecía indicar a que aquel tipo se había largado hacía rato. «Maldito seas, Haskoz-kun... Si no hubieras formado tanto escándalo, podríamos haberle pillado». De nada valía lamentarse.
—Parece que el pájaro ha volado de su nido.
El Uchiha cruzó la estancia con dos rápidos pasos y abrió la puerta para dejar a Haskoz entrar.
«¿Dónde estás, pequeño ladronzuelo? No puedes esconderte de mi Sharingan...»
Revisaría rápidamente bajo la cama y el escritorio, posibles lugares donde esconderse. No obstante, todo parecía indicar a que aquel tipo se había largado hacía rato. «Maldito seas, Haskoz-kun... Si no hubieras formado tanto escándalo, podríamos haberle pillado». De nada valía lamentarse.
—Parece que el pájaro ha volado de su nido.
El Uchiha cruzó la estancia con dos rápidos pasos y abrió la puerta para dejar a Haskoz entrar.