14/04/2017, 13:19
Akame siguió a sus compañeros por las calles de Uzushiogakure, silente, sumido en sus propios pensamientos. Temía que Haskoz estuviese en lo cierto y aquel gualtrapas de Chokichi hubiese sido tan estúpido como para robar las invitaciones e intentar regalárselas a Noemi; la misión se les estaba yendo de las manos. Akame sentía que ya no estaba en control de la situación —ni por asomo— y eso le reconcomía las entrañas. Odiaba andar dando tumbos, a ciegas, en la oscuridad. Apretó los dientes. Si sus sospechas se confirmaban, quizás sería él quién le diese un escarmiento al Hozuki, y no Haskoz.
Cuando por fin llegaron a la zona más acomodada del Remolino, Akame ya había pensado en varias formas de castigar al atrevido aspirante a gennin. Muchas de ellas no serían aprobadas por Shiona, pero tal vez otras...
De repente, la voz de Kotetsu le sacó de sus pensamientos. Tan absorto como estaba en ellos, el Uchiha no pudo evitar soltar una carcajada ante la ocurrencia de aquel muchacho; luego, esperó ansioso la reacción de Haskoz, que no se tomaba a bien ese tipo de puyas.
—Espero que al menos su casa esté tan patas arriba como la tuya. Eso ayudaría a equilibrar la balanza... —agregó, jocoso, el Uchiha.
Sea como fuere, allí estaban. Y dos guardias de apariencia extrañamente familiar a la de la propia Noemi custodiaban la entrada. Akame enarcó una ceja, escéptico.
—Supongo que conoces a los guardias de Noemi-san, ¿no?
Cuando por fin llegaron a la zona más acomodada del Remolino, Akame ya había pensado en varias formas de castigar al atrevido aspirante a gennin. Muchas de ellas no serían aprobadas por Shiona, pero tal vez otras...
De repente, la voz de Kotetsu le sacó de sus pensamientos. Tan absorto como estaba en ellos, el Uchiha no pudo evitar soltar una carcajada ante la ocurrencia de aquel muchacho; luego, esperó ansioso la reacción de Haskoz, que no se tomaba a bien ese tipo de puyas.
—Espero que al menos su casa esté tan patas arriba como la tuya. Eso ayudaría a equilibrar la balanza... —agregó, jocoso, el Uchiha.
Sea como fuere, allí estaban. Y dos guardias de apariencia extrañamente familiar a la de la propia Noemi custodiaban la entrada. Akame enarcó una ceja, escéptico.
—Supongo que conoces a los guardias de Noemi-san, ¿no?