25/04/2017, 21:12
Yarou-dono aguardó paciente y neutral por la respuesta del alguacil, quien risueño y juguetón, indagó si los reunidos se encontraban preocupados por la alta presencia militar a su alrededor. El mentor del joven Kaido continuó en silencio, con su ceja alzada y con la cara más lineal del mundo; a la espera de una explicación que le convenciera de que aquel gran número de guardias no suponían un peligro para él, o para el hijo del océano.
Al escuchar su respuesta, el escualo frunció el ceño y por un momento pensó en arremeter directamente con el hijo de puta que le había insultado, a él, y a sus colegas de otra aldea. Pero Yarou le detuvo incluso antes de que éste pudiera mover un ápice de su cuerpo.
El viejo sonrió, replicando la arrogancia del alguacil.
—Me temo que su estrategia para infundir miedo a éstos muchachos, o a nosotros; no es la más adecuada ni mucho menos, alguacil. Por el contrario, su excesiva muestra de poder y su discurso disidente hacia nuestra profesión no sólo nos obliga a considerarlo a usted y a los suyos una amenaza, sino que en caso de vernos en la necesidad de usar esas capacidades bélicas de las que habla, lo haremos. Espero no le quepa duda de ello.
Kaido le miró con la boca abierta, asombrado por sus palabras. Para él, que había crecido bajo el cuidado de Yarou-dono; era extraño verle actuar tan profesionalmente. También era extraño verle dialogando de esa manera, siendo que tampoco se había mostrado como un hombre de muchas palabras.
De cualquier forma, le había sorprendido. Y para bien. Aunque quizás su defensa no había cuajado de igual forma para sus otros colegas, por lo que el escualo buscó la mirada de los "suyos", esperando aprobación. Pues visto lo visto, en caso de que algo sucediera, lo más sensato era que se apoyaran y ayudaran entre ellos.
Puesto que hasta los momentos, el ser un shinobi no estaba bien visto por los habitantes de tan aledaño pueblo.
—Ahora, si no les molesta tener un poco de respeto hacia nosotros; podemos ponernos en marcha —remedó, aunque siempre grácil y políticamente correcto en sus formas de expresión.
Al escuchar su respuesta, el escualo frunció el ceño y por un momento pensó en arremeter directamente con el hijo de puta que le había insultado, a él, y a sus colegas de otra aldea. Pero Yarou le detuvo incluso antes de que éste pudiera mover un ápice de su cuerpo.
El viejo sonrió, replicando la arrogancia del alguacil.
—Me temo que su estrategia para infundir miedo a éstos muchachos, o a nosotros; no es la más adecuada ni mucho menos, alguacil. Por el contrario, su excesiva muestra de poder y su discurso disidente hacia nuestra profesión no sólo nos obliga a considerarlo a usted y a los suyos una amenaza, sino que en caso de vernos en la necesidad de usar esas capacidades bélicas de las que habla, lo haremos. Espero no le quepa duda de ello.
Kaido le miró con la boca abierta, asombrado por sus palabras. Para él, que había crecido bajo el cuidado de Yarou-dono; era extraño verle actuar tan profesionalmente. También era extraño verle dialogando de esa manera, siendo que tampoco se había mostrado como un hombre de muchas palabras.
De cualquier forma, le había sorprendido. Y para bien. Aunque quizás su defensa no había cuajado de igual forma para sus otros colegas, por lo que el escualo buscó la mirada de los "suyos", esperando aprobación. Pues visto lo visto, en caso de que algo sucediera, lo más sensato era que se apoyaran y ayudaran entre ellos.
Puesto que hasta los momentos, el ser un shinobi no estaba bien visto por los habitantes de tan aledaño pueblo.
—Ahora, si no les molesta tener un poco de respeto hacia nosotros; podemos ponernos en marcha —remedó, aunque siempre grácil y políticamente correcto en sus formas de expresión.