20/06/2015, 23:28
¿En serio había gente loca que deseaba que le dieran un bocado en el cuello? Por lo que estaba contando Reiji, al parecer sí, y era una situación que se había repetido en numerosas ocasiones, por la forma en la que lo decía. ¿La gente no se paraba a pensar en qué pasaría si le chupaban toda la sangre? ¿En lo doloroso que tenía que ser que un vampiro, como los de las leyendas, te clavara sus colmillos en el cuello? Pues no, no se paraban a pensar.
Cuando Daruu le dijo a Reiji que al menos se libraría del pescado no pudiendo comer cualquier cosa que no fuese sangre, el muchacho replicó que cuando su madre lo cocinaba tenía una pinta increíble. En el rostro del rubio se dibujó una mueca de asco que era como para pintarla en un cuadro y exhibirla en una exposición de Terrores en la Lluvia. Al fondo de la sala. En un rincón a oscuras.
—El pescado, el marisco, o lo que sea —contestó Daruu—. Si sale del mar, no quiero tener nada que ver con él. Que se lo coman otros, yo no.
Caminaron durante un tiempo más bajo la incesante lluvia. En Amegakure, se decía que cuando dejaba de llover, era un signo de un mal presagio. Daruu no creía en esas cosas, necesariamente, pero aunque no quisiera creer en ellas, lo cierto es que el silencio que provocaba la ausencia de tormenta era muy diferente del silencio que se escuchaba cuando sí que estaba presente. Del silencio nulo y tenso al correr fluído de las gotas de agua había un paso, y no sabía por qué, le resultaba más tranquilizante lo segundo.
Entonces el vampiro le dijo algo que le hizo arquear una ceja. ¿Golpearle lo más fuerte que pudiera?
—No —dijo, simplemente—. ¿Por qué iba a hacerlo? No, no voy a golpearte, lo siento.
Cuando Daruu le dijo a Reiji que al menos se libraría del pescado no pudiendo comer cualquier cosa que no fuese sangre, el muchacho replicó que cuando su madre lo cocinaba tenía una pinta increíble. En el rostro del rubio se dibujó una mueca de asco que era como para pintarla en un cuadro y exhibirla en una exposición de Terrores en la Lluvia. Al fondo de la sala. En un rincón a oscuras.
—El pescado, el marisco, o lo que sea —contestó Daruu—. Si sale del mar, no quiero tener nada que ver con él. Que se lo coman otros, yo no.
Caminaron durante un tiempo más bajo la incesante lluvia. En Amegakure, se decía que cuando dejaba de llover, era un signo de un mal presagio. Daruu no creía en esas cosas, necesariamente, pero aunque no quisiera creer en ellas, lo cierto es que el silencio que provocaba la ausencia de tormenta era muy diferente del silencio que se escuchaba cuando sí que estaba presente. Del silencio nulo y tenso al correr fluído de las gotas de agua había un paso, y no sabía por qué, le resultaba más tranquilizante lo segundo.
Entonces el vampiro le dijo algo que le hizo arquear una ceja. ¿Golpearle lo más fuerte que pudiera?
—No —dijo, simplemente—. ¿Por qué iba a hacerlo? No, no voy a golpearte, lo siento.