29/04/2017, 23:30
—¡Por Izanami! —exclamó Haskoz, con el culo del revés, ante la sorpresiva afirmación de Akame—. Disculpen a mi compañero… ¡El chico es de los que empiezan a leer un libro y se olvidan hasta de respirar!
A saber qué libro había sido el responsable de semejante descuido.
Fue entonces cuando el mundo se vino abajo. La visión de una melena dorada, azotada por el viento, y unos ojos crispados por la furia se dirigían a él. Bien hubiese podido afirmar que era Izanami en persona, la Diosa de la Muerte, y nadie se hubiese atrevido a desmentirle.
Precavido —que no asustado—, se colocó estratégicamente detrás de Kōtetsu, tomándole por los hombros por si se le ocurría traicionar a un camarada y quitarse del medio. No le hubiera culpado.
—Te dije que no te aparecieras por la mansión, ¿es que no te importa una mierda lo que te pueda pasar? —rugió Noemi, tras echar a los guardias antes siquiera de poder responder a Kōtetsu y tratar de tomar al Uchiha por el cuello.
Haskoz, sin embargo, se revolvía como un felino, tratando de moverse a un lado y a otro, siempre con Kotetsu de por medio, como fiel amigo y buen escudo que confiaba era. Sino… estaba perdido.
—Dime que Akame no estaba aquí, y que tampoco les dijiste que eras Uchiha, por favor.
—¡Por supuesto que Akame no está aquí! —su conciencia le traicionó, y no pudo evitar mirar de reojo a la derecha. Por suerte, su compañero de clan parecía haber desaparecido ya tras una esquina—. ¡Y por supuesto que no dije que era un Uchiha! ¡Kōtetsu! —se aseguró de pronunciar bien el nombre—. ¡D-díselo tú!
Un muchacho regordete, de estatura baja y pelos rizados y rojos como el de los Uzumakis corría calle arriba. En una mano, la cámara fotográfica. En la espalda, lo que parecía una bolsa enorme, negra y bamboleándose de un lado ante la irregular carrera de su dueño.
A saber qué libro había sido el responsable de semejante descuido.
Fue entonces cuando el mundo se vino abajo. La visión de una melena dorada, azotada por el viento, y unos ojos crispados por la furia se dirigían a él. Bien hubiese podido afirmar que era Izanami en persona, la Diosa de la Muerte, y nadie se hubiese atrevido a desmentirle.
Precavido —que no asustado—, se colocó estratégicamente detrás de Kōtetsu, tomándole por los hombros por si se le ocurría traicionar a un camarada y quitarse del medio. No le hubiera culpado.
—Te dije que no te aparecieras por la mansión, ¿es que no te importa una mierda lo que te pueda pasar? —rugió Noemi, tras echar a los guardias antes siquiera de poder responder a Kōtetsu y tratar de tomar al Uchiha por el cuello.
Haskoz, sin embargo, se revolvía como un felino, tratando de moverse a un lado y a otro, siempre con Kotetsu de por medio, como fiel amigo y buen escudo que confiaba era. Sino… estaba perdido.
—Dime que Akame no estaba aquí, y que tampoco les dijiste que eras Uchiha, por favor.
—¡Por supuesto que Akame no está aquí! —su conciencia le traicionó, y no pudo evitar mirar de reojo a la derecha. Por suerte, su compañero de clan parecía haber desaparecido ya tras una esquina—. ¡Y por supuesto que no dije que era un Uchiha! ¡Kōtetsu! —se aseguró de pronunciar bien el nombre—. ¡D-díselo tú!
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Un muchacho regordete, de estatura baja y pelos rizados y rojos como el de los Uzumakis corría calle arriba. En una mano, la cámara fotográfica. En la espalda, lo que parecía una bolsa enorme, negra y bamboleándose de un lado ante la irregular carrera de su dueño.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado