30/04/2017, 12:00
Apenas dobló la esquina, Akame divisó a su presa. Desde la distancia pudo distinguir, claramente, la melena rojiza y rizada del muchacho que intentaba darse a la fuga a todo correr. «¡Rojo! El pelo que Kotetsu-kun encontró en el apartamento de Haskoz-kun también era rojo. ¿¡Será, en efecto, él!?», reflexionó el Uchiha. Entonces sus ojos captaron la bolsa de tela negra que se meneaba, al son de la carrera, en la espalda del muchacho.
—Ladronzuelo... Ahora vas a comprobar de lo que es capaz un gennin de Uzushiogakure no Sato —masculló Akame.
Echó a correr pero, nada más arrancar, su mano derecha formó el sello del Tigre. En un parpadeo la figura del joven Uchiha se difuminó en el aire, como un espejismo que el viento del desierto borrase.
El Sunshin no Jutsu le permitiría recortar distancias a una velocidad increíblemente superior a la que pudiera alcanzar aquel muchachito con sus piernas de aprendiz. Akame trataría de avanzar hasta colocarse junto a él y, seguidamente, le placaría con brutalidad a la altura de la cintura. El objetivo era hacer caer al chico y luego colocarse encima, apresándole ambos brazos contra el suelo con ayuda de las piernas. Una postura marcial de lucha en suelo muy básica. Una vez allí, si en efecto se trataba del ladrón, le propinaría un par de puñetazos —uno en la nariz, y otro directamente en la boca— para reducirlo.
—Se acabó, Chokichi-kun.
—Ladronzuelo... Ahora vas a comprobar de lo que es capaz un gennin de Uzushiogakure no Sato —masculló Akame.
Echó a correr pero, nada más arrancar, su mano derecha formó el sello del Tigre. En un parpadeo la figura del joven Uchiha se difuminó en el aire, como un espejismo que el viento del desierto borrase.
El Sunshin no Jutsu le permitiría recortar distancias a una velocidad increíblemente superior a la que pudiera alcanzar aquel muchachito con sus piernas de aprendiz. Akame trataría de avanzar hasta colocarse junto a él y, seguidamente, le placaría con brutalidad a la altura de la cintura. El objetivo era hacer caer al chico y luego colocarse encima, apresándole ambos brazos contra el suelo con ayuda de las piernas. Una postura marcial de lucha en suelo muy básica. Una vez allí, si en efecto se trataba del ladrón, le propinaría un par de puñetazos —uno en la nariz, y otro directamente en la boca— para reducirlo.
—Se acabó, Chokichi-kun.