3/05/2017, 12:58
Mentiría si dijera que Akame no se sintió henchido de orgullo, como un pavo real al que le hacen cumplidos sobre sus plumas, cuando sus dos compañeros doblaron la esquina de la calle y llegaron hasta la escena entre halagos y congratulaciones. En efecto, él había localizado y cazado a aquel Hozuki ladronzuelo y pervertido, como si fuese un perro rabioso. Derribada y herida la presa, Haskoz primero y Kotetsu después se apresuraron también a descargar parte de la frustración que guardaban contra el pelirrojo. Les había hecho la misión infinitamente más difícil, y eso no iba a quedar así.
Akame se levantó, todavía agarrando la bolsa con las invitaciones, y dejó que sus dos compañeros se empleasen como quisieran con el muchacho. «Gran trabajo, Akame. Y tanto que sí, ¡je!» pensaba, orgulloso, el shinobi. Luego sintió una punzada en el corazón; su maestra jamás aprobaría esa actitud. Era un ninja, no un mercenario de tres al cuarto. Los trabajos bien hechos eran su trabajo.
Después de que Haskoz y Kotetsu acabaran con el chico, el espadachín les propuso una sencilla pero efectiva estrategia a seguir.
—Buena idea, Kotetsu-kun —concedió Akame—. No tenemos todo el día, y ya hemos perdido suficiente tiempo por culpa de nuestro pelirrojo amigo.
El Uchiha sacó de uno de los bolsillos de su pantalón militar un pergamino, lo desenrolló y empezó a agrupar los nombres por zonas. Afortunadamente, el escriba del señor ya había tenido el detalle de hacerlo, por lo que dividirse y entregar cada uno las invitaciones de una zona de la Aldea se les quedaba bastante fácil.
—Perfecto entonces. Cojamos cada uno las invitaciones que nos corresponden, y a correr. Podemos vernos en la puerta del Edificio del Uzukage al terminar.
Akame se levantó, todavía agarrando la bolsa con las invitaciones, y dejó que sus dos compañeros se empleasen como quisieran con el muchacho. «Gran trabajo, Akame. Y tanto que sí, ¡je!» pensaba, orgulloso, el shinobi. Luego sintió una punzada en el corazón; su maestra jamás aprobaría esa actitud. Era un ninja, no un mercenario de tres al cuarto. Los trabajos bien hechos eran su trabajo.
Después de que Haskoz y Kotetsu acabaran con el chico, el espadachín les propuso una sencilla pero efectiva estrategia a seguir.
—Buena idea, Kotetsu-kun —concedió Akame—. No tenemos todo el día, y ya hemos perdido suficiente tiempo por culpa de nuestro pelirrojo amigo.
El Uchiha sacó de uno de los bolsillos de su pantalón militar un pergamino, lo desenrolló y empezó a agrupar los nombres por zonas. Afortunadamente, el escriba del señor ya había tenido el detalle de hacerlo, por lo que dividirse y entregar cada uno las invitaciones de una zona de la Aldea se les quedaba bastante fácil.
—Perfecto entonces. Cojamos cada uno las invitaciones que nos corresponden, y a correr. Podemos vernos en la puerta del Edificio del Uzukage al terminar.