3/05/2017, 19:27
Uchiha Hakoz lo pasó francamente mal. No porque a él le hubiesen tocado los barrios donde se acumulaba la mayor cantidad de edificios, teniendo que subir tantas escaleras que bien podía haber escalado a la bóveda celeste. Ni por el abrasador sol que pegaba desde lo alto y le hacía sudar. Ni porque había tenido que regresar sobre sus pasos en más de una ocasión, al ir improvisando su ruta y no haberse fijado un trayecto de antemano. Sino por la muchacha de ojos verdes y cabellos azules que tomó la invitación de su propia mano, regalándole una de esas sonrisas que bien valía un par de noches en vela y la paliza al hombre adecuado…
Al hombre que le había regalado la maldita alianza que llevaba en el dedo.
Sin ser capaz de superar aquel infortunio, Uchiha Haskoz deambuló de aquí para allá el resto de la misión, más ineficaz que un Kusareño en tierra infértil.
Uchiha Akame, por otro lado, tampoco lo tuvo tan fácil como podía haber pensado. Avanzaba calle a calle, buzón a buzón, con la eficacia y precisión de un repartidor de toda la vida, siempre analizando y escogiendo las rutas más cortas, evitando dar vueltas innecesarias. Sin embargo, en una de las casas que tenía que entregar la invitación se llevó la desagradable sorpresa de un perro con mal genio esperando junto al buzón. Se había soltado de la cadena, y los dueños, al ver como atacaba al Uchiha, en lugar de ayudarle, le recriminaron y culparon por haberle dejado escapar.
Solventado el primer problema, el joven Uchiha tuvo que enfrentarse a otro de una magnitud totalmente distinta, pero que le hizo perder más tiempo si cabe. Se trataba de una mujer entrada en la cuarentena, regordeta y de sonrisa afable. Tal fue la ilusión que le hizo recibir la invitación, que insistió e insistió entre empujones al pobre Akame para que entrase a tomar el té y de paso probase una de las nuevas galletitas que acababa de cocinar.
Bien saben los Dioses que Akame le costó lo inimaginable deshacerse de aquella buena mujer, lo que provocó no ser el primero en cumplir su misión y quedar relegado al segundo puesto en cuanto a tiempo.
Hakagurē Kōtetsu tuvo la mayor suerte de todos. A él le habían tocado los barrios más ricos, donde, para bien o para mal, los dueños no se molestaban ni en darte las gracias por el trabajo cumplido. Sin embargo, tuvo que hacer frente a un problema mayor… a sí mismo. Y es que, aclárese una cosa de Hakagurē Kōtetsu: no es el chico que mejor se orienta en todo Oonindo. Ni muchísimo menos.
No fue pocas las veces que se confundía de calle. Que tomaba el lado contrario. Que dudaba incluso de en qué plaza se encontraba en aquel instante. Pero todo aquello lo suplía con una voluntad férrea e indomable. Y es que Kotetsu era de aquellas personas que, en vez de rodear los obstáculos, los saltaba. Si el camino no se amoldaba a su gusto, él construía su propio camino.
Y por eso, cuando el sol se estaba poniendo, él fue el primero de los tres en llegar al edificio de la Uzukage...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado