3/07/2017, 16:33
Cuando oí hablar del Lago Partido me imaginé algo como el Valle del Fin, un pedazo lago con un barranco de la puta santa hostia partiendolo literalmente por la mitad dejando un escenario digno de escenas epicas e historias de la repanocha. Pero era un lago con un puente cruzandolo por en medio.
En mi profunda decepción decidí patearme el lago de punta a punta andando sobre el agua para ver si me había confundido y había algo de un barranco por algún lado. O una montaña, cualquier tipo de estructura de tierra venida arriba me valía. De nuevo, decepción fue lo único que encontré.
Cuando ya estaba a punto de abandonar toda esperanza, en medio del puente ví dos figuras. Me acerqué sigilosamente, por suerte estaban mirando el lado contrario del lago. Era mucho más sigiloso andar sobre el agua que sobre madera, que no para de crujir, si te movias bien el agua no hacía ningún sonido innecesario ni alarmante.
Reconocí una de esas extrañas y lejanas figuras, esa melena magenta y esa estatura, tenía que ser Eri-hime, y reconocí a la otra. Tanto reconocimiento me estaba dejando perplejo. Sin duda la figura que se acercaba a Eri era el chico que conocí en ese lugar aquel día de aquella estación.
Llevaba algo al cuello, una bandana. Puede que los primeros días pudiera toparme con algún shinobi de Uzushiogakure desconocido para mi, pero a estas alturas del torneo no iba a encontrarme con ninguno más. Así que aquel chaval que me había jurado ser un inocente civil y yo le había ayudado inocentemente, era un shinobi de otra villa. Traición, era la única palabra que sonaba en mi cabeza.
Acumulé chakra y no me lo pensé dos veces. Mi cuerpo voló con mi pierna al frente hasta hacer contacto con el rostro de Juro, quien saldría volando cayendo finalmente sobre el lago y yo aterrizando gracilmente al lado de Eri.
— ¡¿Cómo has podido, Juro?! Pensaba que lo nuestro era especial y mirate, eres un shinobi, me engañaste, me mentiste, a mi, a la cara. ¡Qué vergüenza!
Escupí a la zona de agua donde se había hundido Juro y me volteé con una sonrisa a encarar a Eri.
— Buenos dias, Eri-chan. ¿Qué tal tu día?
En mi profunda decepción decidí patearme el lago de punta a punta andando sobre el agua para ver si me había confundido y había algo de un barranco por algún lado. O una montaña, cualquier tipo de estructura de tierra venida arriba me valía. De nuevo, decepción fue lo único que encontré.
Cuando ya estaba a punto de abandonar toda esperanza, en medio del puente ví dos figuras. Me acerqué sigilosamente, por suerte estaban mirando el lado contrario del lago. Era mucho más sigiloso andar sobre el agua que sobre madera, que no para de crujir, si te movias bien el agua no hacía ningún sonido innecesario ni alarmante.
Reconocí una de esas extrañas y lejanas figuras, esa melena magenta y esa estatura, tenía que ser Eri-hime, y reconocí a la otra. Tanto reconocimiento me estaba dejando perplejo. Sin duda la figura que se acercaba a Eri era el chico que conocí en ese lugar aquel día de aquella estación.
Llevaba algo al cuello, una bandana. Puede que los primeros días pudiera toparme con algún shinobi de Uzushiogakure desconocido para mi, pero a estas alturas del torneo no iba a encontrarme con ninguno más. Así que aquel chaval que me había jurado ser un inocente civil y yo le había ayudado inocentemente, era un shinobi de otra villa. Traición, era la única palabra que sonaba en mi cabeza.
Acumulé chakra y no me lo pensé dos veces. Mi cuerpo voló con mi pierna al frente hasta hacer contacto con el rostro de Juro, quien saldría volando cayendo finalmente sobre el lago y yo aterrizando gracilmente al lado de Eri.
— ¡¿Cómo has podido, Juro?! Pensaba que lo nuestro era especial y mirate, eres un shinobi, me engañaste, me mentiste, a mi, a la cara. ¡Qué vergüenza!
Escupí a la zona de agua donde se había hundido Juro y me volteé con una sonrisa a encarar a Eri.
— Buenos dias, Eri-chan. ¿Qué tal tu día?
—Nabi—