20/07/2017, 22:11
« Felicidades Juro. Solo tú puedes venir a un lugar por segunda vez y perderte »
Triste, pero cierto.
Juro había vuelto a Hokutōmori, días después de su encuentro con Izumi, ahí mismo. La razón es que necesitaba calma. "Calma espiritual", habría dicho su hermana. Si bien él mismo había decidido investigar cada rincón del valle de los dojos, se había quedado con la espinita clavada al no poder entrar en ningún templo en su primera visita.
Iba luciendo la bandana de Kusagakure en su frente, y a su espalda, arrastraba una enorme manta de tono blanquecino sucio, que ojos ajenos, parecía crear una gran joroba a su espalda.
El chico caminaba como buenamente podía, tratando de refugiarse bajo la sombra de los árboles. El calor seguía igual de insoportable, aunque en esa ocasión, había traído provisiones y agua de sobra como para aguantarlo sin sufrir una insolación. Algo muy apropiado.
Justo cuando divisó un pequeño templo a lo lejos, situado entre dos grandes árboles, sintió un gran alboroto a un lado del sendero.
— Esto es raro. Este es un lugar que destaca por su calma y serenidad — murmuró Juro, para sí.
Sus sospechas aumentaron cuando pudo ver una gran multitud de gente. La mayor parte eran guardias del Juuchin. ¿Qué harían ahí?
Juro no se atrevió a acercarse directamente. En lugar de eso, se aproximó a lo lejos, medianamente alejado de la escena. Mientras lo hacía, no se perdió detalle: en mitad del bloque creado por los guardias — de aspecto amenazador y todos armados — había tres figuras: una bella mujer maquillada, que vestía un kimono, que se veía tan agotada como para reposar en el suelo y dos hombres. Uno de ellos era alto y poseía el peinado de un samurái, junto a una ropa refinada, el otro, igual de alto y corpulento, iba mucho más desgarbado y sucio, dando una impresión de dejadez, muy distinta de la del primero. Este último tenía una cicatriz que cruzaba un ojo. Le recordó siniestramente a la de su hermana.
Juro de pronto se dio cuenta de que había una cuarta persona. Un hombre adulto, como un leñador, junto a un tocón, observando la escena.
De repente, alguien nuevo llegó. Juro se fijó al instante en su bandana: era un ninja de Uzushiogakure. De pelo negro, recogido en una coleta, con unos ojos tan profundos como el color de su pelo, parecía un poco más mayor que él. Vestía una ropa típica, con una camisa sin mangas, una chaqueta, pantalones militares y sandalias. A su espalda, colgaba una mochila.
—Buenas tardes — dijo el chico, dirigiendose hacia un hombre adulto, a espaldas de Juro—. ¿Sabría usted decirme lo que está pasando aquí?
Este pareció contestar palabras inconclusas, que no debieron de satisfacer al chico. Sin aguantarlo más, Juro salió en escena y se acercó a ambos.
— Buenas tardes — saludó, cortes, en dirección al genin, con una leve reverencia —, la verdad es que no tengo ni idea de lo que esta pasando; he llegado poco antes que tú y ya estaba así. Pero mentiría si no dijese que la curiosidad me esta carcomiendo.
» No lo entiendo. Tenía entendido que este lugar es un sitio sagrado...
Triste, pero cierto.
Juro había vuelto a Hokutōmori, días después de su encuentro con Izumi, ahí mismo. La razón es que necesitaba calma. "Calma espiritual", habría dicho su hermana. Si bien él mismo había decidido investigar cada rincón del valle de los dojos, se había quedado con la espinita clavada al no poder entrar en ningún templo en su primera visita.
Iba luciendo la bandana de Kusagakure en su frente, y a su espalda, arrastraba una enorme manta de tono blanquecino sucio, que ojos ajenos, parecía crear una gran joroba a su espalda.
El chico caminaba como buenamente podía, tratando de refugiarse bajo la sombra de los árboles. El calor seguía igual de insoportable, aunque en esa ocasión, había traído provisiones y agua de sobra como para aguantarlo sin sufrir una insolación. Algo muy apropiado.
Justo cuando divisó un pequeño templo a lo lejos, situado entre dos grandes árboles, sintió un gran alboroto a un lado del sendero.
— Esto es raro. Este es un lugar que destaca por su calma y serenidad — murmuró Juro, para sí.
Sus sospechas aumentaron cuando pudo ver una gran multitud de gente. La mayor parte eran guardias del Juuchin. ¿Qué harían ahí?
Juro no se atrevió a acercarse directamente. En lugar de eso, se aproximó a lo lejos, medianamente alejado de la escena. Mientras lo hacía, no se perdió detalle: en mitad del bloque creado por los guardias — de aspecto amenazador y todos armados — había tres figuras: una bella mujer maquillada, que vestía un kimono, que se veía tan agotada como para reposar en el suelo y dos hombres. Uno de ellos era alto y poseía el peinado de un samurái, junto a una ropa refinada, el otro, igual de alto y corpulento, iba mucho más desgarbado y sucio, dando una impresión de dejadez, muy distinta de la del primero. Este último tenía una cicatriz que cruzaba un ojo. Le recordó siniestramente a la de su hermana.
Juro de pronto se dio cuenta de que había una cuarta persona. Un hombre adulto, como un leñador, junto a un tocón, observando la escena.
De repente, alguien nuevo llegó. Juro se fijó al instante en su bandana: era un ninja de Uzushiogakure. De pelo negro, recogido en una coleta, con unos ojos tan profundos como el color de su pelo, parecía un poco más mayor que él. Vestía una ropa típica, con una camisa sin mangas, una chaqueta, pantalones militares y sandalias. A su espalda, colgaba una mochila.
—Buenas tardes — dijo el chico, dirigiendose hacia un hombre adulto, a espaldas de Juro—. ¿Sabría usted decirme lo que está pasando aquí?
Este pareció contestar palabras inconclusas, que no debieron de satisfacer al chico. Sin aguantarlo más, Juro salió en escena y se acercó a ambos.
— Buenas tardes — saludó, cortes, en dirección al genin, con una leve reverencia —, la verdad es que no tengo ni idea de lo que esta pasando; he llegado poco antes que tú y ya estaba así. Pero mentiría si no dijese que la curiosidad me esta carcomiendo.
» No lo entiendo. Tenía entendido que este lugar es un sitio sagrado...
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60