22/07/2017, 22:31
«Esto sí que es casualidad...»
Resultó que allí, junto a aquel sendero en mitad de Hokutōmori, acababan de encontrarse un uzureño, un amenio y un kusareño. «Parece el principio de un mal chiste», se dijo para sí Akame, y rió un poco con su propia broma. El Uchiha examinó a los recién llegados, shinobis como él —y gennin, a juzgar por su joven apariencia—; el primero parecía andar muy encorvado y lucía una bandana de Kusagakure. Se presentó con educación, y el de Uzu no pudo evitar mirar su joroba con cierto interés. «No sabía que un lisiado pudiera ser ninja... Tal vez en Kusagakure los requisitos físicos son más relajados».
El segundo, que entró a escena poco después, era de Ame. Pero, al contrario que todos los ninjas de la Lluvia que Akame había conocido hasta aquella fecha —y no eran pocos—, el tipo parecía sumamente normal. Tenía el pelo negro, ojos oscuros, piel pálida y vestía con sencillez. Ni cicatrices, ni ojos blancos, ni parecía un pez ni —probablemente— pudiera deshacerse en mil papelitos y volar entre las ramas de los árboles. Aquel chico era, simple y llanamente, común.
—Buenas tardes —repitió Akame, devolviendo ligeras reverencias a ambos shinobi—. Uchiha Akame, de Uzushiogakure.
Hechas las presentaciones, la atención giraría de nuevo hacia los guardias y el curioso trío que discutía con ellos. El leñador, por su parte, parecía tan absorto como al principio. Sin embargo y ante la curiosidad de los gennin, el hombre habló.
—No lo entiendo... —comenzó, idéntico a como lo hiciese momentos antes—. Volvía de cortar leña cuando me encontré con esta escena. El hombre es Masayuki-dono, del clan Mori, y ella es su esposa... La bella Mori Machiko, conocida en todo el Valle.
»El tipo que está junto a ellos... Mifune Tōshiro. Un rufián, un criminal y un bandido, su fama rivaliza con la de la dama Machiko, pero por motivos bien distintos...
—¿Qué asunto es ese que incumbe a personalidades tan distintas? —preguntó Akame, intrigado.
El leñador se apoyó en su vieja hacha y se acomodó en aquel tocón sobre el que reposaba.
—Violación e intento de asesinato. En los detalles, ni los guardias se ponen de acuerdo...
—¿Asesinato? ¿Violación? ¡Por todos los dioses, sí que es peligroso este bosque "sagrado"! —replicó Akame, estupefacto—. ¿Y cómo es eso de que no están claros los detalles?
—Cada uno tiene su propia versión —suspiró el leñador, escupiendo a un lado—. Claro que, es distinta de la de los demás.
Intrigado, el Uchiha miró a sus improvisados compañeros de escena y finalmente decidió acercarse un poco más a donde estaban los guardias, la dama, el samurái y el ladrón para afinar el oído.
Resultó que allí, junto a aquel sendero en mitad de Hokutōmori, acababan de encontrarse un uzureño, un amenio y un kusareño. «Parece el principio de un mal chiste», se dijo para sí Akame, y rió un poco con su propia broma. El Uchiha examinó a los recién llegados, shinobis como él —y gennin, a juzgar por su joven apariencia—; el primero parecía andar muy encorvado y lucía una bandana de Kusagakure. Se presentó con educación, y el de Uzu no pudo evitar mirar su joroba con cierto interés. «No sabía que un lisiado pudiera ser ninja... Tal vez en Kusagakure los requisitos físicos son más relajados».
El segundo, que entró a escena poco después, era de Ame. Pero, al contrario que todos los ninjas de la Lluvia que Akame había conocido hasta aquella fecha —y no eran pocos—, el tipo parecía sumamente normal. Tenía el pelo negro, ojos oscuros, piel pálida y vestía con sencillez. Ni cicatrices, ni ojos blancos, ni parecía un pez ni —probablemente— pudiera deshacerse en mil papelitos y volar entre las ramas de los árboles. Aquel chico era, simple y llanamente, común.
—Buenas tardes —repitió Akame, devolviendo ligeras reverencias a ambos shinobi—. Uchiha Akame, de Uzushiogakure.
Hechas las presentaciones, la atención giraría de nuevo hacia los guardias y el curioso trío que discutía con ellos. El leñador, por su parte, parecía tan absorto como al principio. Sin embargo y ante la curiosidad de los gennin, el hombre habló.
—No lo entiendo... —comenzó, idéntico a como lo hiciese momentos antes—. Volvía de cortar leña cuando me encontré con esta escena. El hombre es Masayuki-dono, del clan Mori, y ella es su esposa... La bella Mori Machiko, conocida en todo el Valle.
»El tipo que está junto a ellos... Mifune Tōshiro. Un rufián, un criminal y un bandido, su fama rivaliza con la de la dama Machiko, pero por motivos bien distintos...
—¿Qué asunto es ese que incumbe a personalidades tan distintas? —preguntó Akame, intrigado.
El leñador se apoyó en su vieja hacha y se acomodó en aquel tocón sobre el que reposaba.
—Violación e intento de asesinato. En los detalles, ni los guardias se ponen de acuerdo...
—¿Asesinato? ¿Violación? ¡Por todos los dioses, sí que es peligroso este bosque "sagrado"! —replicó Akame, estupefacto—. ¿Y cómo es eso de que no están claros los detalles?
—Cada uno tiene su propia versión —suspiró el leñador, escupiendo a un lado—. Claro que, es distinta de la de los demás.
Intrigado, el Uchiha miró a sus improvisados compañeros de escena y finalmente decidió acercarse un poco más a donde estaban los guardias, la dama, el samurái y el ladrón para afinar el oído.