24/07/2017, 19:43
(Última modificación: 29/07/2017, 02:50 por Amedama Daruu.)
—Vaya, la que he liado por entenderte mal, ¿eh? —Daruu dejó escapar una risa nerviosa. Poco a poco, la atención de la gente volvió a centrarse en su comida—. Vale, parece que ya se ha calmado la cosa... Perdón.
Ayame, algo más relajada, se permitió el lujo de reír también. Había sido una situación de lo más surrealista, y ahora que había vuelto todo más o menos a la normalidad, podía ver la escena desde otra perspectiva más divertida. Daruu la miró largamente a los ojos, y se vio sumergida en un océano de calidez. Un extraño hormigueo aleteó en su estómago y, aunque pudo sostenerle la mirada durante algunos segundos, al final Ayame se vio obligada a desviarla, azorada.
—Esto... Esto... sí, difícil... Pero no sé, tenemos de todo, ¿no? ¿Tú has visto qué pedazo de habitación? Yo creo que va a ser guay. No sé. Cuando llevemos una semana ya nos habremos acostumbrado.
Ayame estaba a punto de responder algo cuando volvió a verse interrumpida, y las palabras volvieron a morir ahogadas en su garganta:
»Tienes unos ojos muy bonitos, ¿sabes?
Nuevamente aquel calor en su rostro.
—¡No, no es verdad! —exclamó, y en un súbito arrebato se tapó la cara con ambas manos.
Y justo en aquel momento llegó la camarera que les había atendido minutos antes.
—¡Un ramen con cerdo char siu y otro con carne mixta! —dijo, al tiempo que dejaba sendos boles y una botella de agua frente a los dos muchachos. Fue entonces cuando se fijó en Ayame y se inclinó sobre ella—. ¿Estás bien, señorita? ¿Se encuentra mal?
Ayame había tensado todos los músculos del cuerpo cuando sintió su mano posarse sobre su hombro. En cualquier momento era capaz de estallar en agua...
—¡N...! ¡S...! —balbuceaba, de forma incomprensible.
Ayame, algo más relajada, se permitió el lujo de reír también. Había sido una situación de lo más surrealista, y ahora que había vuelto todo más o menos a la normalidad, podía ver la escena desde otra perspectiva más divertida. Daruu la miró largamente a los ojos, y se vio sumergida en un océano de calidez. Un extraño hormigueo aleteó en su estómago y, aunque pudo sostenerle la mirada durante algunos segundos, al final Ayame se vio obligada a desviarla, azorada.
—Esto... Esto... sí, difícil... Pero no sé, tenemos de todo, ¿no? ¿Tú has visto qué pedazo de habitación? Yo creo que va a ser guay. No sé. Cuando llevemos una semana ya nos habremos acostumbrado.
Ayame estaba a punto de responder algo cuando volvió a verse interrumpida, y las palabras volvieron a morir ahogadas en su garganta:
»Tienes unos ojos muy bonitos, ¿sabes?
Nuevamente aquel calor en su rostro.
—¡No, no es verdad! —exclamó, y en un súbito arrebato se tapó la cara con ambas manos.
Y justo en aquel momento llegó la camarera que les había atendido minutos antes.
—¡Un ramen con cerdo char siu y otro con carne mixta! —dijo, al tiempo que dejaba sendos boles y una botella de agua frente a los dos muchachos. Fue entonces cuando se fijó en Ayame y se inclinó sobre ella—. ¿Estás bien, señorita? ¿Se encuentra mal?
Ayame había tensado todos los músculos del cuerpo cuando sintió su mano posarse sobre su hombro. En cualquier momento era capaz de estallar en agua...
—¡N...! ¡S...! —balbuceaba, de forma incomprensible.