26/07/2017, 11:52
(Última modificación: 29/07/2017, 03:05 por Amedama Daruu.)
Como ya habíamos dicho anteriormente, Daruu no había tenido un enorme grado de confianza con el hombre-escualo: más bien todo lo contrario. Su personalidad, extrovertida y basada en dar la cara frente a los demás con desparpajo y sinvergüencería, era opuesta a su modo tranquilo de sobrellevar las clases y la vida en la academia. Pero aquél muchacho había avanzado hacia él y le había pasado el brazo por detrás de los hombros como si fueran amigos de toda la vida, incluso le había llamado colega. Daruu se quedó muy rígido, como si los vientos helados que bajaban desde la pendiente hubiesen empezado a afectarle ya. Kaido bajó su brazo de detrás de los hombros de Daruu, y el shinobi de ojos blancos suspiró, aliviado.
—Está bien, hagámoslo a tu modo. Ya tendré mi buena cuota de competencia para cuando empiece el jodido torneo —dijo, y señaló el camino que se les venía por delante. Daruu rio nervioso—. ¿vamos?
—Venga, claro. —Se obligó a sonreír. No es que la repentina calidez de Kaido no le agradara, más bien que había sido tan repentina que no sabía como reaccionar. Pero llegados a este punto sólo quedaba alegrarse de tener un nuevo amigo inesperado.
Ambos dos ameños comenzaron a subir la cuesta. Al principio era un paseo para dos shinobis que se habían visto forzados a entrenar bajo el inclemente temporal del País de la Tormenta, pero a medida que iban serpenteando entre los dos cortes verticales de roca y hielo, el sendero se iba haciendo más y más estrecho, y el viento que soplaba de allá arriba se hacía más fuerte y venía con más hielo que aire.
—Pues está jodida la hideputa, sí —comentó Daruu para romper el hielo.
¿Lo pilláis?
¡Para romper el hielo!
—Está bien, hagámoslo a tu modo. Ya tendré mi buena cuota de competencia para cuando empiece el jodido torneo —dijo, y señaló el camino que se les venía por delante. Daruu rio nervioso—. ¿vamos?
—Venga, claro. —Se obligó a sonreír. No es que la repentina calidez de Kaido no le agradara, más bien que había sido tan repentina que no sabía como reaccionar. Pero llegados a este punto sólo quedaba alegrarse de tener un nuevo amigo inesperado.
Ambos dos ameños comenzaron a subir la cuesta. Al principio era un paseo para dos shinobis que se habían visto forzados a entrenar bajo el inclemente temporal del País de la Tormenta, pero a medida que iban serpenteando entre los dos cortes verticales de roca y hielo, el sendero se iba haciendo más y más estrecho, y el viento que soplaba de allá arriba se hacía más fuerte y venía con más hielo que aire.
—Pues está jodida la hideputa, sí —comentó Daruu para romper el hielo.
¿Lo pilláis?
¡Para romper el hielo!