26/07/2017, 20:54
El combate había terminado, Mogura había atacado a su clon cargado de explosivos, y como resultado había sido alcanzado en el mismo momento que el susodicho clon se deleitaba con el sabor del suelo. La carga que llevaba esa replica de la imagen de la pelirroja había herido al chico, y hasta había perdido el conocimiento. La acción había sido tan rápida, que seguramente ni lo esperó.
Quizás algo arrepentida de arremeter con tanta fuerza, la kunocihi arrastró con su cuerpo hasta que los asistentes del torneo pudieron tomarlo. Obviamente, no lo tratarían allí, si no que lo llevarían al hospital en pos de curar sus quemaduras y heridas. Ahora quedaba esperar al siguiente combate, pero aún no había nada estipulado, así pues la pelirroja decidió echar un vistazo al estado en que Mogura se encontraba, sin saber si quiera cuál era su nombre.
Al llegar al hospital, se encontró con esa situación concreta. ¿Cómo iba a encontrar en qué sala se encontraba si no sabía su nombre? La señora que aguardaba en la recepción no podía saber a quién se refería la chica, era algo imposible.
—¿Y no tienen un control de los participantes del torneo? ¿Acaso todos los heridos que tratan son a causa de la misma enfermedad o mal? —insistió, de nuevo.
—Se lo he dicho, señorita. Si no me da un nombre, no puedo facilitarle esa información.
La conversación parecía no ir a ningún lugar, era como una charla cotidiana entre dos muros. Chocaban, chocaban y volvían a chocar, sin llegar a ninguna conclusión.
—Bueno, está bien. Hagámonos así. Busco a un chico, al que he herido con explosivos en el torneo. Me gustaría saber su estado, y verlo si fuese posible. No quiero saber su nombre, ni su edad, ni nada... solo saber si está bien. ¿De verdad no puede ayudarme?
La mujer se cruzó de brazos, y dejó caer un suspiro. Cansada de la discusión que habían estado manteniendo durante mas de 20 minutos, no era para menos. Terminó por quitar el gesto de brazos cruzados, y comenzó a ojear los papeles. Alzó la mirada al encontrar lo que buscaba, mientras dejaba marcado con su índice esa información sobre sus papeles.
—Habitación 405. Pero insisto señorita, hay al menos un centenar de pacientes, puedes ir puerta por puerta buscando... si no da un nombre, no puedo hacer nada, es dar palos de ciego.
—Bueno, está bien... muchas gracias.
Sin más preámbulos, la chica caminó hasta el ascensor, y tomó éste hasta la cuarta planta. Una vez en la cuarta planta, comenzó a caminar por los pasillos buscando la referencia que tenía, la habitación que la mujer le había dicho. No tardó demasiado en encontrarla, pero no llegó a entrar. En lugar de eso, asomó por el cristal de la puerta, un cristal bastante amplio, que permitía ver de qué paciente se trataba.
Quizás algo arrepentida de arremeter con tanta fuerza, la kunocihi arrastró con su cuerpo hasta que los asistentes del torneo pudieron tomarlo. Obviamente, no lo tratarían allí, si no que lo llevarían al hospital en pos de curar sus quemaduras y heridas. Ahora quedaba esperar al siguiente combate, pero aún no había nada estipulado, así pues la pelirroja decidió echar un vistazo al estado en que Mogura se encontraba, sin saber si quiera cuál era su nombre.
Al llegar al hospital, se encontró con esa situación concreta. ¿Cómo iba a encontrar en qué sala se encontraba si no sabía su nombre? La señora que aguardaba en la recepción no podía saber a quién se refería la chica, era algo imposible.
—¿Y no tienen un control de los participantes del torneo? ¿Acaso todos los heridos que tratan son a causa de la misma enfermedad o mal? —insistió, de nuevo.
—Se lo he dicho, señorita. Si no me da un nombre, no puedo facilitarle esa información.
La conversación parecía no ir a ningún lugar, era como una charla cotidiana entre dos muros. Chocaban, chocaban y volvían a chocar, sin llegar a ninguna conclusión.
—Bueno, está bien. Hagámonos así. Busco a un chico, al que he herido con explosivos en el torneo. Me gustaría saber su estado, y verlo si fuese posible. No quiero saber su nombre, ni su edad, ni nada... solo saber si está bien. ¿De verdad no puede ayudarme?
La mujer se cruzó de brazos, y dejó caer un suspiro. Cansada de la discusión que habían estado manteniendo durante mas de 20 minutos, no era para menos. Terminó por quitar el gesto de brazos cruzados, y comenzó a ojear los papeles. Alzó la mirada al encontrar lo que buscaba, mientras dejaba marcado con su índice esa información sobre sus papeles.
—Habitación 405. Pero insisto señorita, hay al menos un centenar de pacientes, puedes ir puerta por puerta buscando... si no da un nombre, no puedo hacer nada, es dar palos de ciego.
—Bueno, está bien... muchas gracias.
Sin más preámbulos, la chica caminó hasta el ascensor, y tomó éste hasta la cuarta planta. Una vez en la cuarta planta, comenzó a caminar por los pasillos buscando la referencia que tenía, la habitación que la mujer le había dicho. No tardó demasiado en encontrarla, pero no llegó a entrar. En lugar de eso, asomó por el cristal de la puerta, un cristal bastante amplio, que permitía ver de qué paciente se trataba.