27/07/2017, 09:23
(Última modificación: 29/07/2017, 02:50 por Amedama Daruu.)
—P... ¡pero bebe agua, chica! —exclamó la camarera, que se apresuró a abrir la botella de agua para verter un poco en su copa y acercársela al rostro.
Ayame no dudó ni un segundo en tomarla. Cualquier excusa era válida para esconder su rostro. De hecho, si por ella fuera, se metería dentro de aquella misma copa en tal de que dejaran de mirarla.
«Qué vergüenza...» Se lamentaba, entre gemidos ahogados.
Un tiempo después, la situación se calmó y los jóvenes pudieron seguir disfrutando de sus boles de ramen. Ayame, aún con las mejillas arreboladas y mientras sorbía los fideos y se deleitaba del sabor del caldo, hacía todo lo posible por olvidar el bochorno de la escena anterior. Y pronto se dio cuenta de que era algo casi imposible en aquellos momentos.
—Entonces, supongo que... somos novios. ¿No? —intervino Daruu entonces, aún sin atreverse a mirarla del todo.
—Pues... supongo... —balbuceó ella, con la mirada clavada en sus rodillas.
—¿Cómo crees que vamos a decírselo a nuestras familias...?
Ayame abrió la boca para responder, pero enseguida volvió a cerrarla al no encontrar las palabras adecuadas para hacerlo. Nerviosa, volvió a ajustarse la banda de tela sobre la frente.
—Tu padre nos mata.
Tras unos breves segundos, Ayame asintió con un escalofrío.
—Es... ¿Es necesario que se lo digamos...? —tartamudeó, con un hilo de voz. Lo más sorprendente era que le daba más miedo la reacción de su padre que la que pudiera tener Kiroe. De hecho, si echaba la mirada atrás, la mujer ya parecía muy interesada en que ellos dos terminaran juntos. Jugueteó con los palillos con gesto distraído—. D... después de todo, no es raro que nos vean juntos. Somos del mismo equipo... Quizás... podríamos esperar... un tiempo...
«El tiempo hasta que me atreva a decirle algo así. Osea, nunca.» Meditó. Cada vez que se imaginaba la cara de su padre si le decía algo como que tenía novio, se le ponían todos los pelos de punta.
Ayame no dudó ni un segundo en tomarla. Cualquier excusa era válida para esconder su rostro. De hecho, si por ella fuera, se metería dentro de aquella misma copa en tal de que dejaran de mirarla.
«Qué vergüenza...» Se lamentaba, entre gemidos ahogados.
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Un tiempo después, la situación se calmó y los jóvenes pudieron seguir disfrutando de sus boles de ramen. Ayame, aún con las mejillas arreboladas y mientras sorbía los fideos y se deleitaba del sabor del caldo, hacía todo lo posible por olvidar el bochorno de la escena anterior. Y pronto se dio cuenta de que era algo casi imposible en aquellos momentos.
—Entonces, supongo que... somos novios. ¿No? —intervino Daruu entonces, aún sin atreverse a mirarla del todo.
—Pues... supongo... —balbuceó ella, con la mirada clavada en sus rodillas.
—¿Cómo crees que vamos a decírselo a nuestras familias...?
Ayame abrió la boca para responder, pero enseguida volvió a cerrarla al no encontrar las palabras adecuadas para hacerlo. Nerviosa, volvió a ajustarse la banda de tela sobre la frente.
—Tu padre nos mata.
Tras unos breves segundos, Ayame asintió con un escalofrío.
—Es... ¿Es necesario que se lo digamos...? —tartamudeó, con un hilo de voz. Lo más sorprendente era que le daba más miedo la reacción de su padre que la que pudiera tener Kiroe. De hecho, si echaba la mirada atrás, la mujer ya parecía muy interesada en que ellos dos terminaran juntos. Jugueteó con los palillos con gesto distraído—. D... después de todo, no es raro que nos vean juntos. Somos del mismo equipo... Quizás... podríamos esperar... un tiempo...
«El tiempo hasta que me atreva a decirle algo así. Osea, nunca.» Meditó. Cada vez que se imaginaba la cara de su padre si le decía algo como que tenía novio, se le ponían todos los pelos de punta.