29/07/2017, 19:11
La habitación donde el presunto cadáver de Mogura se encontraba esperando sus últimos momentos de vida era bastante simple, tradicional también. Compuesta con 6 tatami, en un lado había paneles corredizos entre abiertos, dejando ingresar luz solar. Aiko se encontraría mirando a través del cristal de la puerta que daba al pasillo.
La kunoichi podría ver al joven médico acostado en un futon mirando el techo, como si fuese un ente sin conciencia pero seguía vivo.
Al joven médico le hubiese gustado tener tiempo suficiente para dedicarle a la reflexión sobre lo que había ocurrido en el ring quien sabe cuanto tiempo atrás. Pero lo cierto era que tenía otros asuntos entre manos.
«Bueno, parece que no he muerto.»
Meditaba sintiendo la brisa entrar por un lado y escuchando los sonidos de la naturaleza que llegaban hasta un cuarto piso.
«Pero no puedo moverme. ¿Por qué...?»
Intentaba mover su cuerpo pero lo sentía pesado, como si algo lo contuviese de siquiera desplazarse un centimetro.
«Siento mis brazos y mis piernas, duelen. Pero debería poder moverme.»
Llevó su mirada entonces a algunos rincones de la habitación, primero a las puertas corredizas para ver el agradable cielo despejado del Valle y luego a un pequeño armario a un lado de la puerta del pasillo, habían vendas un poco revueltas.
«Ah... Ya entiendo...»
Sus ojos volvieron entonces nuevamente al techo.
«Supongo que no se podía esperar más de esta gente...»
Finalmente y resignado a ser prisionero de un montón de vendas, dejó escapar un largo suspiro.
¿Enfermera? ¿Doctor?
Llamó en un tono bastante serio, esperando que alguien se manifestase. No tenía intenciones de quedarse mucho tiempo en aquel lugar.
Hablo - Pienso