6/08/2017, 20:44
Akame se quedó completamente en blanco ante la contestación de aquella chica. Durante el combate le había parecido que lo estaba dando todo, pero ahora se la veía más bien insegura. Tanto como él mismo. «Supongo que es algo que tenemos en común... Los dos estamos más cómodos en mitad de la lucha».
—Eh, bueno, yo... —quería contestar algo ingenioso y encantador, algo como... «¿Qué diría Datsue-kun?»—. Todavía tengo que mejorar mucho.
«Bueno, probablemente eso no es lo que hubiese dicho el Intrépido...» Akame sólo esperaba que fuese lo suficientemente neutral como para no ofender a su compañera.
Tomó los libros entre manos mientras Koko cogía sus propias bolsas. Al acercarse a ella pudo comprobar como la kunoichi parecía tan avergonzada como él —aunque no entendía por qué—, y cuando habló no hizo más que confirmarlo. «¿En casa? Pero si las habitaciones son individuales, ¿a qué se ref...?» La kunoichi interrumpió sus cavilaciones.
—¿Quieres algunas? Si quieres subimos a mi habitación.
Akame notó cómo se le paraba el pulso. Fue sólo un instante, pero el muchacho juraría a partir de aquel día que, en ese momento, en la zona común de Nantōnoya, su corazón había dejado de latir. El color de su rostro pasó del rojo tomate a un blanco más pálido que un lienzo. «¿Subir... A... Su... ¡Habitación!?». Rápidamente el Uchiha tuvo que llevarse una mano a la nariz —sin poder disimularlo— para evitar que un chorro de sangre descendiera rápido y veloz como un escape de gas a presión.
—¡Ah, eh, yo... Te lo agradezco mucho, Koko-san! —consiguió decir al final—. Pero la verdad es que no suelo comer... Bueno... Chucherías. Sin embargo —se apresuró a decir—, conozco un sitio donde ponen un sushi buenísimo. Está muy cerca de aquí.
El gennin se rascó la cabeza, sonriendo con cierto nerviosismo.
—Si quieres puedo invitarte a comer. Ya sabes, eh... Como compensación por haber desparramado tus bolsas. Eh, sí, eso... Si quieres.
—Eh, bueno, yo... —quería contestar algo ingenioso y encantador, algo como... «¿Qué diría Datsue-kun?»—. Todavía tengo que mejorar mucho.
«Bueno, probablemente eso no es lo que hubiese dicho el Intrépido...» Akame sólo esperaba que fuese lo suficientemente neutral como para no ofender a su compañera.
Tomó los libros entre manos mientras Koko cogía sus propias bolsas. Al acercarse a ella pudo comprobar como la kunoichi parecía tan avergonzada como él —aunque no entendía por qué—, y cuando habló no hizo más que confirmarlo. «¿En casa? Pero si las habitaciones son individuales, ¿a qué se ref...?» La kunoichi interrumpió sus cavilaciones.
—¿Quieres algunas? Si quieres subimos a mi habitación.
Akame notó cómo se le paraba el pulso. Fue sólo un instante, pero el muchacho juraría a partir de aquel día que, en ese momento, en la zona común de Nantōnoya, su corazón había dejado de latir. El color de su rostro pasó del rojo tomate a un blanco más pálido que un lienzo. «¿Subir... A... Su... ¡Habitación!?». Rápidamente el Uchiha tuvo que llevarse una mano a la nariz —sin poder disimularlo— para evitar que un chorro de sangre descendiera rápido y veloz como un escape de gas a presión.
—¡Ah, eh, yo... Te lo agradezco mucho, Koko-san! —consiguió decir al final—. Pero la verdad es que no suelo comer... Bueno... Chucherías. Sin embargo —se apresuró a decir—, conozco un sitio donde ponen un sushi buenísimo. Está muy cerca de aquí.
El gennin se rascó la cabeza, sonriendo con cierto nerviosismo.
—Si quieres puedo invitarte a comer. Ya sabes, eh... Como compensación por haber desparramado tus bolsas. Eh, sí, eso... Si quieres.