10/08/2017, 00:12
—Lo siento, creo que me he cargado todo un poco —La mirada en los ojos de Daruu se ablandó un tanto y al final la liberó de su presión. Daruu terminó por llevarse la mano a la nuca—. Pero es que no podía seguir fingiendo que no sabía nada.
—N... no sé... de qu... —tartamudeaba Ayame, en un desesperado intento por buscar una excusa creíble. Pero no lo conseguía. A ella nunca se le había dado bien mentir.
Daruu se inclinó hacia delante.
—Sello de la Armadura del Hierro. Es el sello que llevas en la espalda. Lo leí en un tomo sobre Fuuinjutsu, en la academia —explicó, en un susurro, y Ayame sintió que todos sus músculos se congelaban. Lívida y pálida como la cera, a Ayame sólo le quedó seguir escuchando las palabras de su compañero como un testigo ajeno. Pero en realidad se sentía como el sospechoso de un crimen al que le han colocado todas y cada una de las pruebas que le delataban frente a la mesa—. Fue después de la misión en el laberinto. El Byakugan no me engaña. Aquél chakra era muy poderoso... Demasiado. No podía ser una simple "técnica médica".
Ayame tragó saliva, jugueteando con sus manos. ¿Y ahora qué? ¿Qué debía hacer?
—Me chocó. Pero pese a todo, he decidido estar contigo. Y sigo pensando que eres una persona encantadora. Ahora sólo siento... Curiosidad. Pero si quieres saciarme esa curiosidad tendrás que hacerlo en un lugar menos transitado. Que yo conozca el secreto, sospecho, no lo hace menos secreto. Y por favor, no se lo digas a Kori-sensei. Se lo pregunté, ¿sabes? No tienes ni idea del mensaje que enviaban sus ojos.
Ayame le miró por debajo de las pestañas, entre confusa e indecisa. Era inútil seguir intentando convencer a Daruu de lo contrario, la había pillado. Con un pesado suspiro, apartó el bol de fideos a un lado, ya vacío.
—Yo... lo siento... —murmuró, sin saber muy bien por qué. ¿Por ser de verdad el jinchuriki? ¿Por habérselo ocultado?—. Yo no le diré a nadie que lo sabes... pero por favor, no se lo digas tú a nadie. Se supone que es un secreto nacional... —susurró, y sentía una fuerte opresión en el pecho, como si estuviera haciendo algo terrible en contra de su aldea—. Y... ¿sobre qué tienes curiosidad?
Con un gesto de su mano, le pidió la cuenta a la camarera.
—N... no sé... de qu... —tartamudeaba Ayame, en un desesperado intento por buscar una excusa creíble. Pero no lo conseguía. A ella nunca se le había dado bien mentir.
Daruu se inclinó hacia delante.
—Sello de la Armadura del Hierro. Es el sello que llevas en la espalda. Lo leí en un tomo sobre Fuuinjutsu, en la academia —explicó, en un susurro, y Ayame sintió que todos sus músculos se congelaban. Lívida y pálida como la cera, a Ayame sólo le quedó seguir escuchando las palabras de su compañero como un testigo ajeno. Pero en realidad se sentía como el sospechoso de un crimen al que le han colocado todas y cada una de las pruebas que le delataban frente a la mesa—. Fue después de la misión en el laberinto. El Byakugan no me engaña. Aquél chakra era muy poderoso... Demasiado. No podía ser una simple "técnica médica".
Ayame tragó saliva, jugueteando con sus manos. ¿Y ahora qué? ¿Qué debía hacer?
—Me chocó. Pero pese a todo, he decidido estar contigo. Y sigo pensando que eres una persona encantadora. Ahora sólo siento... Curiosidad. Pero si quieres saciarme esa curiosidad tendrás que hacerlo en un lugar menos transitado. Que yo conozca el secreto, sospecho, no lo hace menos secreto. Y por favor, no se lo digas a Kori-sensei. Se lo pregunté, ¿sabes? No tienes ni idea del mensaje que enviaban sus ojos.
Ayame le miró por debajo de las pestañas, entre confusa e indecisa. Era inútil seguir intentando convencer a Daruu de lo contrario, la había pillado. Con un pesado suspiro, apartó el bol de fideos a un lado, ya vacío.
—Yo... lo siento... —murmuró, sin saber muy bien por qué. ¿Por ser de verdad el jinchuriki? ¿Por habérselo ocultado?—. Yo no le diré a nadie que lo sabes... pero por favor, no se lo digas tú a nadie. Se supone que es un secreto nacional... —susurró, y sentía una fuerte opresión en el pecho, como si estuviera haciendo algo terrible en contra de su aldea—. Y... ¿sobre qué tienes curiosidad?
Con un gesto de su mano, le pidió la cuenta a la camarera.