10/08/2017, 19:46
La historia que Koko le contó a continuación no se parecía en absoluto a nada que Akame hubiese podido imaginar. Él pensaba que tal vez su familia hubiese obligado a Noemi a abandonar el camino del ninja para dedicarse a otros menesteres más relacionados con la educación nobiliaria y su futura posición como Sakamoto. Pero aquel relato le dejó sin palabras. Se quedó boquiabierto, todavía con los palillos en una mano y la otra en torno a la taza de té, sugiriendo un trago que nunca llegó. Sus ojos, negros como la noche, estaban fijos en los de la kunoichi; «oh, son de distinto color...» En ese momento Akame se dio cuenta de que Koko era heterocromática.
Y de muchas otras cosas.
Un silencio tan tenso que podía cortarse con un cuchillo se adueñó del local, y Akame sólo se sintió con fuerzas para romperlo un rato después. Aun entonces habló casi susurrando, cortando las palabras mientras su mirada yacía perdida en algún punto encima del hombro de la kunoichi.
—Vaya, yo... Lo... Lo siento, Koko-san —logró decir—. Yo... Eh... Noemi-san era una gran compañera. Y una gran... Kunoichi...
Uchiha Akame siempre había creído saber lo que le esperaba en su Camino del Ninja. Su maestra Kunie se había encargado de ello día tras día en los húmedos subterráneos que habían sido su hogar durante años. Muerte, traición, enemigos por todas partes y pocos escrúpulos. Así era la rutina del shinobi. No muchos ninjas morían de viejos.
Pero no fue sino el día en que se enteró de la muerte de Haskoz, y aquel mismo que invitó a Kageyama Koko a almorzar sushi, que Akame se dio cuenta realmente de lo que significaban aquellas palabras. Habían dejado de ser sólo ideas, conceptos asimilados por una mente ávida de conocimiento como la suya, y habían pasado a convertirse en realidad. En su realidad.
—Vaya, yo... Eh... No sé qué decir —dijo luego, como si temiera quedarse mucho tiempo callado—. Lo siento —repitió—. Yo, eh... También perdí a un compañero. A un... amigo —corrigió después.
Y de muchas otras cosas.
Un silencio tan tenso que podía cortarse con un cuchillo se adueñó del local, y Akame sólo se sintió con fuerzas para romperlo un rato después. Aun entonces habló casi susurrando, cortando las palabras mientras su mirada yacía perdida en algún punto encima del hombro de la kunoichi.
—Vaya, yo... Lo... Lo siento, Koko-san —logró decir—. Yo... Eh... Noemi-san era una gran compañera. Y una gran... Kunoichi...
Uchiha Akame siempre había creído saber lo que le esperaba en su Camino del Ninja. Su maestra Kunie se había encargado de ello día tras día en los húmedos subterráneos que habían sido su hogar durante años. Muerte, traición, enemigos por todas partes y pocos escrúpulos. Así era la rutina del shinobi. No muchos ninjas morían de viejos.
Pero no fue sino el día en que se enteró de la muerte de Haskoz, y aquel mismo que invitó a Kageyama Koko a almorzar sushi, que Akame se dio cuenta realmente de lo que significaban aquellas palabras. Habían dejado de ser sólo ideas, conceptos asimilados por una mente ávida de conocimiento como la suya, y habían pasado a convertirse en realidad. En su realidad.
—Vaya, yo... Eh... No sé qué decir —dijo luego, como si temiera quedarse mucho tiempo callado—. Lo siento —repitió—. Yo, eh... También perdí a un compañero. A un... amigo —corrigió después.