11/08/2017, 00:50
(Última modificación: 11/08/2017, 00:50 por Amedama Daruu.)
Ayame clavó los ojos en él con una mirada cargada de significado. «Ya está. Lo sospechaba, sólo lo sospechaba. Pero ahora, Ayame, con tu reacción, me lo estás confirmando.» La muchacha suspiró y apartó el bol de fideos a un lado.
—Yo... lo siento...
«Debería sentirlo yo, por preguntarte esto el día de nuestra primera cita. ¡Ni siquiera me creo todavía que estemos haciendo esto, pero sí que he sacado un poco de tiempo para estropearlo!», pensó Daruu, sin poder evitar sentirse como un pedazo de mierda por no haber sido capaz de esperar a otro momento.
—Yo no le diré a nadie que lo sabes... pero por favor, no se lo digas tú a nadie. Se supone que es un secreto nacional...
—Soy un idiota, pero aprecio mi pellejo —dijo—. Si me dedicase a decírselo a todo el mundo tardaría poco en estar muerto.
Había pretendido ser una broma, pero la risa le salió torcida y sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.
—Y... ¿sobre qué tienes curiosidad? —preguntó Ayame. Le hizo un gesto con la mano a la camarera para que viniera a recoger los boles y que trajese la cuenta.
—Luego. Primero, salgamos de aquí.
Los dos jóvenes estaban tumbados en una colina del valle, muy cerca de Nishinoya, a la luz de las estrellas. Más al Oeste, en el País de la Tormenta, uno no solía poder disfrutar de la presencia de las miles de titilantes bombillitas que posaban para ellos, nadando en el océano de la eternidad del universo. Y si uno vivía en Amegakure, en el hipotético caso de que el cielo estuviese despejado de nubes —es decir, una vez cada dos años, por ejemplo—, lo que se interponía entre tus ojos y el cielo estrellado era la iluminación nocturna de una ciudad moderna para su tiempo.
—Lo siento, Ayame. Me pudo la curiosidad —dijo—. De verdad que lo siento. No quería estropearlo.
»Esto es muy bonito.
Poco a poco, acercó su mano a la de Ayame. La cogió y apretó fuerte.
—¿Sobre qué tenía curiosidad, dirás? (Sé que estarás esperando la respuesta, te conozco) —concedió—. No sé. ¿Qué se siente? ¿Sientes algo... raro? ¿Notas algo diferente?
»Sé que es una pregunta muy estúpida, pero pregunto con total sinceridad. ¡Te lo prometo!
—Yo... lo siento...
«Debería sentirlo yo, por preguntarte esto el día de nuestra primera cita. ¡Ni siquiera me creo todavía que estemos haciendo esto, pero sí que he sacado un poco de tiempo para estropearlo!», pensó Daruu, sin poder evitar sentirse como un pedazo de mierda por no haber sido capaz de esperar a otro momento.
—Yo no le diré a nadie que lo sabes... pero por favor, no se lo digas tú a nadie. Se supone que es un secreto nacional...
—Soy un idiota, pero aprecio mi pellejo —dijo—. Si me dedicase a decírselo a todo el mundo tardaría poco en estar muerto.
Había pretendido ser una broma, pero la risa le salió torcida y sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.
—Y... ¿sobre qué tienes curiosidad? —preguntó Ayame. Le hizo un gesto con la mano a la camarera para que viniera a recoger los boles y que trajese la cuenta.
—Luego. Primero, salgamos de aquí.
· · ·
Los dos jóvenes estaban tumbados en una colina del valle, muy cerca de Nishinoya, a la luz de las estrellas. Más al Oeste, en el País de la Tormenta, uno no solía poder disfrutar de la presencia de las miles de titilantes bombillitas que posaban para ellos, nadando en el océano de la eternidad del universo. Y si uno vivía en Amegakure, en el hipotético caso de que el cielo estuviese despejado de nubes —es decir, una vez cada dos años, por ejemplo—, lo que se interponía entre tus ojos y el cielo estrellado era la iluminación nocturna de una ciudad moderna para su tiempo.
—Lo siento, Ayame. Me pudo la curiosidad —dijo—. De verdad que lo siento. No quería estropearlo.
»Esto es muy bonito.
Poco a poco, acercó su mano a la de Ayame. La cogió y apretó fuerte.
—¿Sobre qué tenía curiosidad, dirás? (Sé que estarás esperando la respuesta, te conozco) —concedió—. No sé. ¿Qué se siente? ¿Sientes algo... raro? ¿Notas algo diferente?
»Sé que es una pregunta muy estúpida, pero pregunto con total sinceridad. ¡Te lo prometo!