11/08/2017, 19:53
Koko quiso aclarar sus palabras, pero Akame ya no parecía estar escuchando. Absorto en sus pensamientos, perdido en los recuerdos que ahora parecían lejanos, como de otra vida. Sólo cuando el mesero se acercó y les recogió las bandejas, el muchacho volvió a la realidad.
—Haskoz, ¿verdad? Mi hermana también sufrió mucho por aquello.
Akame pegó un pequeño respingo y, parpadeando varias veces como si acabara de salir de un trance, se apresuró a dar las gracias al robusto mesero con una inclinación de cabeza y luego contestó a su compañera kunoichi.
—Sí, Haskoz era... Bueno, era un chico peculiar. Pero sabía ganarse la confianza de todos, y tenía muchos amigos —en realidad, el Uchiha no tenía la certeza de que las cosas hubiesen sido así, pero se sentía mejor dejando a su fallecido compañero en buena imagen—. Él y Noemi, bueno... Fueron algo más que amigos.
Calló al momento. Sentía que estaba traicionando la memoria de su amigo, que quizás Haskoz no hubiese querido que él contara lo de su relación con la Sakamoto por ahí. Aquella reflexión le sacó una sonrisa amarga; «no, Haskoz-kun habría sido el primero en recorrer las calles de la Villa con un megáfono, anunciándolo a los cuatro vientos». Se le humedecieron los ojos, y las últimas palabras de Koko no ayudaron.
Con un esfuerzo titánico el Uchiha logró que las lágrimas no terminasen de aflorar en sus ojos negros, y luego carraspeó con fuerza.
—Bueno, son... Cosas que pasan. Supongo. En esta profesión —replicó, entrecortadamente.
Entonces le hizo una señal al mesero para que les trajese la cuenta, y sacó de su bolsillo un puñado de vales de comida como los que les habían dado nada más registrarse en Nantōnoya. Suficiente para cubrir el almuerzo de ambos.
—Bueno, y... ¿Qué te ha parecido el sitio?
—Haskoz, ¿verdad? Mi hermana también sufrió mucho por aquello.
Akame pegó un pequeño respingo y, parpadeando varias veces como si acabara de salir de un trance, se apresuró a dar las gracias al robusto mesero con una inclinación de cabeza y luego contestó a su compañera kunoichi.
—Sí, Haskoz era... Bueno, era un chico peculiar. Pero sabía ganarse la confianza de todos, y tenía muchos amigos —en realidad, el Uchiha no tenía la certeza de que las cosas hubiesen sido así, pero se sentía mejor dejando a su fallecido compañero en buena imagen—. Él y Noemi, bueno... Fueron algo más que amigos.
Calló al momento. Sentía que estaba traicionando la memoria de su amigo, que quizás Haskoz no hubiese querido que él contara lo de su relación con la Sakamoto por ahí. Aquella reflexión le sacó una sonrisa amarga; «no, Haskoz-kun habría sido el primero en recorrer las calles de la Villa con un megáfono, anunciándolo a los cuatro vientos». Se le humedecieron los ojos, y las últimas palabras de Koko no ayudaron.
Con un esfuerzo titánico el Uchiha logró que las lágrimas no terminasen de aflorar en sus ojos negros, y luego carraspeó con fuerza.
—Bueno, son... Cosas que pasan. Supongo. En esta profesión —replicó, entrecortadamente.
Entonces le hizo una señal al mesero para que les trajese la cuenta, y sacó de su bolsillo un puñado de vales de comida como los que les habían dado nada más registrarse en Nantōnoya. Suficiente para cubrir el almuerzo de ambos.
—Bueno, y... ¿Qué te ha parecido el sitio?