11/08/2017, 23:33
—Sí, volvamos —contestó Akame, sonándose los mocos con su servilleta.
Cuando ambos salieron fuera, el Uchiha estiró los brazos e inspiró el aire caliente del Verano. Le supo a mierda en cuanto empezó a ser consciente de lo que acababa de hacer. Se había roto, literalmente, ante una compañera de Aldea; alguien a quien, posiblemente, en el futuro tendría que cubrir las espaldas. Alguien que debía confiarle su vida si llegaba el momento. «Y yo acabo de ofrecerle la imagen más penosa y patética que se pueda pedir... Bien hecho, joder». A pesar de todo, una parte de sí mismo siempre estaría en deuda con Koko por aquel momento en el restaurante de sushi.
Cuando llegaron a Nantonoya, Akame se volvió hacia su compañera.
—Koko-san, gracias una vez más —dijo, sincero—. Ahora creo que debería volver a mi habitación, tengo unos cuantos libros sobre manipulación elemental avanzada que no van a leerse solos...
Realmente no tenía ni la menor intención de ponerse a estudiar en ese momento, pero la gratitud que había sentido por aquella chica estaba dejando paso a la vergüenza que le suponía haberse echado a llorar como un infante en su hombro.
Cuando ambos salieron fuera, el Uchiha estiró los brazos e inspiró el aire caliente del Verano. Le supo a mierda en cuanto empezó a ser consciente de lo que acababa de hacer. Se había roto, literalmente, ante una compañera de Aldea; alguien a quien, posiblemente, en el futuro tendría que cubrir las espaldas. Alguien que debía confiarle su vida si llegaba el momento. «Y yo acabo de ofrecerle la imagen más penosa y patética que se pueda pedir... Bien hecho, joder». A pesar de todo, una parte de sí mismo siempre estaría en deuda con Koko por aquel momento en el restaurante de sushi.
Cuando llegaron a Nantonoya, Akame se volvió hacia su compañera.
—Koko-san, gracias una vez más —dijo, sincero—. Ahora creo que debería volver a mi habitación, tengo unos cuantos libros sobre manipulación elemental avanzada que no van a leerse solos...
Realmente no tenía ni la menor intención de ponerse a estudiar en ese momento, pero la gratitud que había sentido por aquella chica estaba dejando paso a la vergüenza que le suponía haberse echado a llorar como un infante en su hombro.