13/08/2017, 19:44
Ayame contestó que le habían sellado al Gobi a una edad muy temprana, así que no recordaba si había diferencias entre antes y después. Sin embargo, recapacitó un momento, haciendo memoria, y consiguió concederle algo:
—Sólo recuerdo que después de eso hubo una temporada en la que no paraba de tener pesadillas. Y, aunque ya no las tengo, sí hay ocasiones en las que siento pinchazos en la espalda... Aunque es muy posible que eso sea simple sugestión, o algo así.
—Ya, supongo que la experiencia debió ser traumática... Lo siento. —Daruu bajó la cabeza. A ellos les habían enseñado que los jinchuuriki eran guardianes a los que debían respeto y admiración. Como a los kage. Y, como pasaba con los kage, la sóla idea de que alguien tuviera un monstruo sellado en el interior de su cuerpo podía causar miedo.
Extrañamente, con Ayame no sentía nada de eso. Quizás porque la seguía viendo como siempre: su vecina, su amiga...
...¿su pareja? No se acostumbraba.
»Hubo un momento en el que comencé a interesarme por este tema. Quiero saber más. Quiero saber más sobre los bijuu, sobre lo que pasó en el pasado con las otras Cinco Aldeas y sobre el desenlace en el Valle del Fin. Y por esa razón hice una visita allí hace relativamente poco. No sé qué esperaba encontrar allí pero, efectivamente, no encontré nada.
—Ya. Es un sitio muy emblemático, pero dudo que pudieras encontrar algo de información allí —contestó Daruu—. Ni en la biblioteca tampoco, la verdad. A mí me costó mucho encontrar para lo que podía servir ese sello, y todo lo demás han sido conjeturas.
Observó el cielo nocturno y sonrió, no sin cierta satisfacción.
—No estuve seguro hasta que te lo dije y te miré a los ojos. A la cara.
»¿Sabes? Todo eso del Valle del Fin me ha recordado algo —comenzó—. El clan que me dio estos ojos viene de la antigua Konohagakure. Tenía curiosidad, y algo me atraía hacia allá, así que un día llegué hasta el cráter. La verdad, era sobrecogedor... Pues allí conocí a una chica de Uzushiogakure. Se llamaba Eri.
»Allí nos atacó un ninja vestido con el uniforme de Konoha. ¡Incluso estando la aldea destruida desde hace años y años! En fin, nos largamos de allí corriendo, y llegamos a un pueblecito en el que conocí a otro genin, Uchiha Akame. Teníamos que contárselo a alguien, claro. Pues bien, el tabernero del lugar era un chunin de incógnito, y ¿sabes qué? ¡Ordenó que Eri y Akame me mataran! ¡Estuve a punto de morir!
»Más tarde, Akame y Eri me alcanzaron y me dieron unas disculpas oficiales de parte de la Uzukage. Pero ese tipo, Akame, insinuó que igual que había obedecido con el chunin obedecía en ese instante. ¡Eri parecía dolida por haber tenido que buscarme para matarme, pero ese idiota no! Es como si no le importara cometer una injusticia aunque estuviese obligado a hacerlo.
»Cómo me gustaría demostrarle que soy tan buen ninja como él. Ojalá me toque contra ese idiota en el torneo.
—Sólo recuerdo que después de eso hubo una temporada en la que no paraba de tener pesadillas. Y, aunque ya no las tengo, sí hay ocasiones en las que siento pinchazos en la espalda... Aunque es muy posible que eso sea simple sugestión, o algo así.
—Ya, supongo que la experiencia debió ser traumática... Lo siento. —Daruu bajó la cabeza. A ellos les habían enseñado que los jinchuuriki eran guardianes a los que debían respeto y admiración. Como a los kage. Y, como pasaba con los kage, la sóla idea de que alguien tuviera un monstruo sellado en el interior de su cuerpo podía causar miedo.
Extrañamente, con Ayame no sentía nada de eso. Quizás porque la seguía viendo como siempre: su vecina, su amiga...
...¿su pareja? No se acostumbraba.
»Hubo un momento en el que comencé a interesarme por este tema. Quiero saber más. Quiero saber más sobre los bijuu, sobre lo que pasó en el pasado con las otras Cinco Aldeas y sobre el desenlace en el Valle del Fin. Y por esa razón hice una visita allí hace relativamente poco. No sé qué esperaba encontrar allí pero, efectivamente, no encontré nada.
—Ya. Es un sitio muy emblemático, pero dudo que pudieras encontrar algo de información allí —contestó Daruu—. Ni en la biblioteca tampoco, la verdad. A mí me costó mucho encontrar para lo que podía servir ese sello, y todo lo demás han sido conjeturas.
Observó el cielo nocturno y sonrió, no sin cierta satisfacción.
—No estuve seguro hasta que te lo dije y te miré a los ojos. A la cara.
»¿Sabes? Todo eso del Valle del Fin me ha recordado algo —comenzó—. El clan que me dio estos ojos viene de la antigua Konohagakure. Tenía curiosidad, y algo me atraía hacia allá, así que un día llegué hasta el cráter. La verdad, era sobrecogedor... Pues allí conocí a una chica de Uzushiogakure. Se llamaba Eri.
»Allí nos atacó un ninja vestido con el uniforme de Konoha. ¡Incluso estando la aldea destruida desde hace años y años! En fin, nos largamos de allí corriendo, y llegamos a un pueblecito en el que conocí a otro genin, Uchiha Akame. Teníamos que contárselo a alguien, claro. Pues bien, el tabernero del lugar era un chunin de incógnito, y ¿sabes qué? ¡Ordenó que Eri y Akame me mataran! ¡Estuve a punto de morir!
»Más tarde, Akame y Eri me alcanzaron y me dieron unas disculpas oficiales de parte de la Uzukage. Pero ese tipo, Akame, insinuó que igual que había obedecido con el chunin obedecía en ese instante. ¡Eri parecía dolida por haber tenido que buscarme para matarme, pero ese idiota no! Es como si no le importara cometer una injusticia aunque estuviese obligado a hacerlo.
»Cómo me gustaría demostrarle que soy tan buen ninja como él. Ojalá me toque contra ese idiota en el torneo.