14/08/2017, 18:06
Sin anchoas, le había quedado muy claro.
—Jejeje... Esto... Hibagon-san, ¿por que no ayudas a Kaido a salir de la montaña? Estoy seguro de que...
—Claro. Yo enseñar salida rápido.
—Coño, excelente. Un atajo. ¿Por dónde es?
Déjenme contarles de qué se trataba esa salida rápida. Y es que Hibagon-san no tardó ni medio segundo en coger a Kaido por el pescuezo y levantarle del suelo sin apenas esfuerzo, zarandeando al pobre escualo como si de un muñeco de trapo se tratase. Entre quejidos y súplicas, el gyojin terminó cubierto por el frondoso pelaje del Yeti japonés, aunque sus manos apuntarían directamente hacia Daruu, que no hizo más que observar atónito todo el proceso.
—Oye, espera, Hibagon. ¡Ey, qué haces, Hibagon! ¡Daruu, Daruuuuuuuuuuuu!
Sus gritos ahogados se perdieron tras salir del túnel.
Entre pasos retumbantes, el inmenso gorila de cinco metros llevó a cuestas a Kaido hasta el puente partido. Lo alzó por sobre su cabeza como una pelota de recreación y apuntó, sin clemencia, hacia el vacío. Un vacío al que Hibagon-san llamaba el "Camino rápido".
—Camino rápido —mientras trataba de explicar aquello, Kaido no hacía más que zarandearse con desespero
para intentar zafarse del agarre de Hibagon, sin éxito alguno—. Cuando tú volver con cosas pizza, tú gritar en la entrada nombre Hibagon. Hibagon bajar a por ti. Subo rápido.
—Hibagon, no, tú estar demente Hibagon. ¡Es un puto acantilado, coño, que me voy a matar cuando toque el fondo!
—Tú mejor cerrar ojos y tapar nariz.
Apenas le dio tiempo para responder cuando ya Hibagon le había tirado por los aires, haciéndole atravesar el viento como un cóndor. Kaido gritó hasta el punto en el que creyó haberse desgarrado la garganta, pero nadie pudo escucharle allá en lo más alto de la helada Cordillera de los Dojos, que fue testigo de una caída que para Kaido habría durado siglos y siglos.
Finalmente, quién sabe después de cuanto tiempo, el gyojin alcanzó al suelo. O el agua, pues su cuerpo se sumergió en ella y generó un estallido por sobre el lago que desde luego llamaría la atención de quienes se encontrasen meditando allí en el interior de Hokutomori.
Abandonar Hokutomori fue todo un desafío. Muchos se habrían preguntado cómo un pescado cayó del cielo, y por qué. Pero Hibagon había sido muy claro: quería ingredientes para pizza, no ayuda del exterior. Parecía haber aceptado su condición causada por ese supuesto chakra natural, y respondía sólo a uno de los impulsos más primitivos del hombre, y ese era el hambre.
Sendoshi fue su siguiente destino. Era el pueblo principal de los Dojos, por lo que le sería muy sencillo adquirir todo lo necesario para la elaboración de la pizza. De hecho, en un mismo sitio logró conseguir el aceite, el jamón y el queso. La harina sí que le tomó otra media hora, o más. Después fue a por el tomate, y finalmente, por una bolsa de carbón, o leña seca empaquetada.
Temía más que no pudieran encender el fuego allá arriba que por la pizza misma.
—Jejeje... Esto... Hibagon-san, ¿por que no ayudas a Kaido a salir de la montaña? Estoy seguro de que...
—Claro. Yo enseñar salida rápido.
—Coño, excelente. Un atajo. ¿Por dónde es?
Déjenme contarles de qué se trataba esa salida rápida. Y es que Hibagon-san no tardó ni medio segundo en coger a Kaido por el pescuezo y levantarle del suelo sin apenas esfuerzo, zarandeando al pobre escualo como si de un muñeco de trapo se tratase. Entre quejidos y súplicas, el gyojin terminó cubierto por el frondoso pelaje del Yeti japonés, aunque sus manos apuntarían directamente hacia Daruu, que no hizo más que observar atónito todo el proceso.
—Oye, espera, Hibagon. ¡Ey, qué haces, Hibagon! ¡Daruu, Daruuuuuuuuuuuu!
Sus gritos ahogados se perdieron tras salir del túnel.
Entre pasos retumbantes, el inmenso gorila de cinco metros llevó a cuestas a Kaido hasta el puente partido. Lo alzó por sobre su cabeza como una pelota de recreación y apuntó, sin clemencia, hacia el vacío. Un vacío al que Hibagon-san llamaba el "Camino rápido".
—Camino rápido —mientras trataba de explicar aquello, Kaido no hacía más que zarandearse con desespero
para intentar zafarse del agarre de Hibagon, sin éxito alguno—. Cuando tú volver con cosas pizza, tú gritar en la entrada nombre Hibagon. Hibagon bajar a por ti. Subo rápido.
—Hibagon, no, tú estar demente Hibagon. ¡Es un puto acantilado, coño, que me voy a matar cuando toque el fondo!
—Tú mejor cerrar ojos y tapar nariz.
Apenas le dio tiempo para responder cuando ya Hibagon le había tirado por los aires, haciéndole atravesar el viento como un cóndor. Kaido gritó hasta el punto en el que creyó haberse desgarrado la garganta, pero nadie pudo escucharle allá en lo más alto de la helada Cordillera de los Dojos, que fue testigo de una caída que para Kaido habría durado siglos y siglos.
Finalmente, quién sabe después de cuanto tiempo, el gyojin alcanzó al suelo. O el agua, pues su cuerpo se sumergió en ella y generó un estallido por sobre el lago que desde luego llamaría la atención de quienes se encontrasen meditando allí en el interior de Hokutomori.
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Abandonar Hokutomori fue todo un desafío. Muchos se habrían preguntado cómo un pescado cayó del cielo, y por qué. Pero Hibagon había sido muy claro: quería ingredientes para pizza, no ayuda del exterior. Parecía haber aceptado su condición causada por ese supuesto chakra natural, y respondía sólo a uno de los impulsos más primitivos del hombre, y ese era el hambre.
Sendoshi fue su siguiente destino. Era el pueblo principal de los Dojos, por lo que le sería muy sencillo adquirir todo lo necesario para la elaboración de la pizza. De hecho, en un mismo sitio logró conseguir el aceite, el jamón y el queso. La harina sí que le tomó otra media hora, o más. Después fue a por el tomate, y finalmente, por una bolsa de carbón, o leña seca empaquetada.
Temía más que no pudieran encender el fuego allá arriba que por la pizza misma.
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¡HIIIIIIIIIIIBAAAAAAAAAAAAAGOOOOOOOOOOOOONNNNN - SAAAAAAAAAAN