14/08/2017, 20:00
(Última modificación: 14/08/2017, 21:24 por Amedama Daruu.)
Kaido ató bien las bolsas, que pesaban considerablemente —no en vano había comprado ingredientes para satisfacer el hambre de un gorila blanco, peludo y gigantesco— y saltó sobre la espalda de Hibagon.
—¿Listo? Bien. Hibagon saltar.
FUOOOSSSSH. Hibagon flexionó unas piernas, y un instante después, los dos surcaban el cielo hacia arriba. Pronto dejaron atrás el puente partido y siguieron subiendo un poco más, y un poco más, hasta casi la cima... Y allá, en un remoto corte en la montaña, la bestia aterrizó. Pero no soltó a Kaido.
—Siempre aterrizar aquí porque Hibagon ser bruto y no poder controlarse —dijo Hibagon—. Ahora tenemos que bajar.
Dicho esto, no esperó ni un instante más para dar otro bote, esta vez hacia abajo, y aterrizar al lado de la salida del puente roto. A Kaido se le removieron los sesos. Si la harina se hubiera mezclado con agua, probablemente la masa se habría amasado ella solita del meneo. Hibagon corrió por el túnel.
Daruu estaba de pie frente al horno, pensando en un nuevo dilema que no habían considerado hasta el momento.
La caverna vibró. Daruu se dio la vuelta.
Allá estaba Hibagon, con una sonrisa enorme. Con un ademán de los brazos, se sacudió a Kaido de encima y lo estampó en el suelo. «Oh, dios, eso ha debido de doler». Las bolsas trazaron un arco en el aire y aterrizaron en sus brazos. Daruu quedó sepultado por ellas.
—Dios mío, Kaido... Has traído... Una cantidad industrial...
—Vosotros hacer pizza.
—Verás, Hibagon-san, hay un problema...
—Tú caer bien, pero poder dejAR DE CAER BIEN PRONTO Y PAM PAM PAM EN EL COCO E'.
—¿Listo? Bien. Hibagon saltar.
FUOOOSSSSH. Hibagon flexionó unas piernas, y un instante después, los dos surcaban el cielo hacia arriba. Pronto dejaron atrás el puente partido y siguieron subiendo un poco más, y un poco más, hasta casi la cima... Y allá, en un remoto corte en la montaña, la bestia aterrizó. Pero no soltó a Kaido.
—Siempre aterrizar aquí porque Hibagon ser bruto y no poder controlarse —dijo Hibagon—. Ahora tenemos que bajar.
Dicho esto, no esperó ni un instante más para dar otro bote, esta vez hacia abajo, y aterrizar al lado de la salida del puente roto. A Kaido se le removieron los sesos. Si la harina se hubiera mezclado con agua, probablemente la masa se habría amasado ella solita del meneo. Hibagon corrió por el túnel.
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Daruu estaba de pie frente al horno, pensando en un nuevo dilema que no habían considerado hasta el momento.
La caverna vibró. Daruu se dio la vuelta.
Allá estaba Hibagon, con una sonrisa enorme. Con un ademán de los brazos, se sacudió a Kaido de encima y lo estampó en el suelo. «Oh, dios, eso ha debido de doler». Las bolsas trazaron un arco en el aire y aterrizaron en sus brazos. Daruu quedó sepultado por ellas.
—Dios mío, Kaido... Has traído... Una cantidad industrial...
—Vosotros hacer pizza.
—Verás, Hibagon-san, hay un problema...
—Tú caer bien, pero poder dejAR DE CAER BIEN PRONTO Y PAM PAM PAM EN EL COCO E'.