14/08/2017, 23:46
Allí estaba, de nuevo. En esa habitación más sosa que un Kuseño hablando de su vida, esperando a que la puerta se abriese y descubrir a mi oponente al otro lado de la arena, la cual presumía que sería una copia exacta de la última. Desde luego los kages eran menos originales que un Amenio intentando un paisaje, porque siempre lo dibujan nublado. Sí, me he visto obligado a explicar esa puya.
Pero no penseis que el gran Nabi Nabi de Nabigakure se había quedado de brazos cruzados entre ronda y ronda. Había hecho calculos, eramos cuatro Uzuneses pasando de ronda, contando que uno de ellos soy yo, eran tres posibles contrincantes de mi villa. De nueve que eran mis rivales en potencia eso me dejaba con un 33,3333333333333333333333% de que me toque uno de la gran y todopoderosa Uzushiogakure. El resto eran cuatro sucios amenios y dos pobres kuseños.
La probabilidad estaba de mi lado, y si la probabilidad está de tu lado tienes medio combate ganado. Salí a la arena con confianza, con el aura poderosa de quien sabe que las matematicas no engañan. Un 66,66666666666666666666666% estaba conmigo, dandome fuerza.
Hasta que estuve lo suficientemente cerca de él como para contemplar mi interminable mala suerte.
— ¡Venga, hombre! ¿En serio? ¡¿Otra vez?!
Me lleve las manos a la cara de pura desesperación, tras lo cual recordé que era notoriamente más inteligente que Kotetsu, igual él sí entraba en razón.
— Hey, Akame-san. ¿Qué te parece si hacemos un combate traidicional tranquilito? Ya sabes, sin grandes bolas de fuego ni explosiones. Solo un poco de Taijutsu y shurikens volando y chocando echando chispas. Al fin y al cabo, eso es lo que es un buen duelo shinobi. Sin ir a quemar vivo a nadie ni a empalarle con una katana del quince. ¿Qué me dices, compañero? ¿Hermano de villa?
Cada apice de mis dotes diplomaticas iba en esas palabras, que sonaban logicas pero que por algún motivo ya me habían ignorado un par de veces.
Pero no penseis que el gran Nabi Nabi de Nabigakure se había quedado de brazos cruzados entre ronda y ronda. Había hecho calculos, eramos cuatro Uzuneses pasando de ronda, contando que uno de ellos soy yo, eran tres posibles contrincantes de mi villa. De nueve que eran mis rivales en potencia eso me dejaba con un 33,3333333333333333333333% de que me toque uno de la gran y todopoderosa Uzushiogakure. El resto eran cuatro sucios amenios y dos pobres kuseños.
La probabilidad estaba de mi lado, y si la probabilidad está de tu lado tienes medio combate ganado. Salí a la arena con confianza, con el aura poderosa de quien sabe que las matematicas no engañan. Un 66,66666666666666666666666% estaba conmigo, dandome fuerza.
Hasta que estuve lo suficientemente cerca de él como para contemplar mi interminable mala suerte.
— ¡Venga, hombre! ¿En serio? ¡¿Otra vez?!
Me lleve las manos a la cara de pura desesperación, tras lo cual recordé que era notoriamente más inteligente que Kotetsu, igual él sí entraba en razón.
— Hey, Akame-san. ¿Qué te parece si hacemos un combate traidicional tranquilito? Ya sabes, sin grandes bolas de fuego ni explosiones. Solo un poco de Taijutsu y shurikens volando y chocando echando chispas. Al fin y al cabo, eso es lo que es un buen duelo shinobi. Sin ir a quemar vivo a nadie ni a empalarle con una katana del quince. ¿Qué me dices, compañero? ¿Hermano de villa?
Cada apice de mis dotes diplomaticas iba en esas palabras, que sonaban logicas pero que por algún motivo ya me habían ignorado un par de veces.
—Nabi—