15/08/2017, 14:26
Akame se acercó junto con sus compañeros al leñador que todavía estaba sentado en aquel tocón. El tipo parecía ausente, perdido en sus propias cavilaciones, con la mirada perdida y la boca entreabierta. El pesado hacha de trabajo reposaba a su lado, y sus ropas remendadas y sucias estaban empapadas de sudor. Pese a que ya se acercaba la noche, todavía hacía calor en el Valle.
Ante la pregunta de Mogura, el tipo alzó la vista y clavó sus ojos castaños en los también oscuros del médico.
—Hoy he presenciado la maldad de los hombres... Ya no tengo esperanza —contestó, apesadumbrado—. Yo vi lo que ocurrió en el bosque. Lo vi todo, y por eso ahora mi corazón está lleno de tristeza...
Akame abrió muchísimo los ojos con gran incredulidad. «¿Los guardias del Juuchin se han pasado un buen rato tratando de esclarecer lo ocurrido, y este tipo afirma saberlo todo con certeza?» Se acercó al leñador y quedó en cuclillas, con su rostro frente al de él.
—¿Y por qué no les dijo a los guardias, buen hombre? Podría haber ayudado a resolver el asunto, o a salvar a alguien de un castigo injusto que probablemente recibirá —añadió, haciendo alusión al rufián.
El leñador negó con la cabeza, pasando su mirada de Mogura a Akame.
—Ninguna de esas tres personas merece ser salvada. Hoy he visto con mis propios ojos de qué son capaces los hombres y las mujeres.
»Puedo contarles la historia, o pueden quedarse con la versión que prefieran de entre las de los tres implicados. ¿Por qué iban a creerme a mí, un leñador con los zapatos remendados, en lugar de a un orgulloso guerrero? ¿O a una bella dama? ¿O a un rufián sin miedo a nada?
Ante la pregunta de Mogura, el tipo alzó la vista y clavó sus ojos castaños en los también oscuros del médico.
—Hoy he presenciado la maldad de los hombres... Ya no tengo esperanza —contestó, apesadumbrado—. Yo vi lo que ocurrió en el bosque. Lo vi todo, y por eso ahora mi corazón está lleno de tristeza...
Akame abrió muchísimo los ojos con gran incredulidad. «¿Los guardias del Juuchin se han pasado un buen rato tratando de esclarecer lo ocurrido, y este tipo afirma saberlo todo con certeza?» Se acercó al leñador y quedó en cuclillas, con su rostro frente al de él.
—¿Y por qué no les dijo a los guardias, buen hombre? Podría haber ayudado a resolver el asunto, o a salvar a alguien de un castigo injusto que probablemente recibirá —añadió, haciendo alusión al rufián.
El leñador negó con la cabeza, pasando su mirada de Mogura a Akame.
—Ninguna de esas tres personas merece ser salvada. Hoy he visto con mis propios ojos de qué son capaces los hombres y las mujeres.
»Puedo contarles la historia, o pueden quedarse con la versión que prefieran de entre las de los tres implicados. ¿Por qué iban a creerme a mí, un leñador con los zapatos remendados, en lugar de a un orgulloso guerrero? ¿O a una bella dama? ¿O a un rufián sin miedo a nada?