16/08/2017, 15:26
(Última modificación: 16/08/2017, 15:26 por Inuzuka Nabi.)
Cuando el hombre de extrañas dimensiones trató de maldecir, rápidamente calló pues quedó inconsciente, no sabiendo muy bien si era por el efecto de unas cuantas —bastantes— copas de más o por la leche que se había dado contra el suelo.
Sin embargo seguía teniendo la pierna atrapada debajo del hombre mientras su trasero ardía por la caída, así que cuando el hombre no respondió a la primera patada, sacó su pierna y se retiró un par de centímetros, los mismos que tardó un joven rubio y de piel oscura en acercarse a ella y tomar sus manos para ayudarla.
— Oye, ¿Estás bien?Vamos, vamos, el suelo no es lugar para mujercitas.
—Oh... Esto, gracias —respondió un poco aturdida, aunque no le gustó del todo eso de mujercita, luego entrecerró los ojos para centrarse en el rostro del chico, le sonaba de algo pero no sabía muy bien de qué.
Gracias al impulso que el rubio le tendió, rápidamente volvió a encontrarse sobre sus dos piernas, se limpió un poco el polvo del trasero y miró hacia el lugar desde dónde había salido volando el borracho.
— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Satoru otra vez...?
Aquella fue la voz de uno de los guardias del lugar, que alertado por todo el bullicio y jaleo que se había formado en el local había acudido para instaurar el orden normal de la zona. Eri suspiró, al menos ahí ya estaba todo solucionado.
—Vaya... —murmuró, luego volvió a posar su mirada sobre el chico, que tenía un palo en la boca, y rápidamente actuó —. Eso... ¿Eso es un palo de dangos? ¿Sabes dónde venden unos cuantos? —preguntó claramente excitada por saber dónde podría adquirir unos dulces aquella noche, olvidando completamente el incidente que acababa de suceder allí.
Sin embargo seguía teniendo la pierna atrapada debajo del hombre mientras su trasero ardía por la caída, así que cuando el hombre no respondió a la primera patada, sacó su pierna y se retiró un par de centímetros, los mismos que tardó un joven rubio y de piel oscura en acercarse a ella y tomar sus manos para ayudarla.
— Oye, ¿Estás bien?Vamos, vamos, el suelo no es lugar para mujercitas.
—Oh... Esto, gracias —respondió un poco aturdida, aunque no le gustó del todo eso de mujercita, luego entrecerró los ojos para centrarse en el rostro del chico, le sonaba de algo pero no sabía muy bien de qué.
Gracias al impulso que el rubio le tendió, rápidamente volvió a encontrarse sobre sus dos piernas, se limpió un poco el polvo del trasero y miró hacia el lugar desde dónde había salido volando el borracho.
— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Satoru otra vez...?
Aquella fue la voz de uno de los guardias del lugar, que alertado por todo el bullicio y jaleo que se había formado en el local había acudido para instaurar el orden normal de la zona. Eri suspiró, al menos ahí ya estaba todo solucionado.
—Vaya... —murmuró, luego volvió a posar su mirada sobre el chico, que tenía un palo en la boca, y rápidamente actuó —. Eso... ¿Eso es un palo de dangos? ¿Sabes dónde venden unos cuantos? —preguntó claramente excitada por saber dónde podría adquirir unos dulces aquella noche, olvidando completamente el incidente que acababa de suceder allí.