17/08/2017, 20:25
La respuesta del Uchiha era más importante para ella de lo que él pudiera imaginarse, por ello iba a mantenerse estática y no permitiría ningún otro movimiento hasta que respondiera, en caso de no ser lo que se esperaba, aprovecharía la falta de tacto para echarle —a patadas de ser necesario— de su habitación.
Pero de un momento a otro, un flash dejó una leve molestia en la vista de la kunoichi quien lejos de suponer que se trataba de una cámara fotográfica, prefirió removerse un poco aún encima del chico para refregarse los ojos con la diestra.
Fue entonces cuando aquel que yacía debajo suyo la lanzó casi con desprecio, sin fijarse en que estaban mal ubicados y que la pecosa no logró apoyarse bien sobre el colchón y se fue de espaldas al piso, quedándole las piernas en alto a causa de la cama.
—¡Joder! —Bramó retorciéndose lentamente.
Aparte del dolor por el golpe, también las quemaduras le provocaron un ardor terrible en toda la espalda que le deformó la cara en una clara mueca de dolor.
Para colmo el shinobi afirmó que iría a por el pervertido y sin más se retiró, sin importarle un pepino la condición de la rubia a la que había besado momentos atrás. «¡Segunda vez! ¡Al tercero lo mato! »Pensó aun removiéndose en el piso.
Curiosamente, mientras se montaba esa escena alguien llamó a la puerta, una chica a juzgar por su voz, decía algo de una chaqueta que… «No es mía »Pero no pronunció aquellas palabras porque seguía tumbada en el piso, cubriéndose los ojos con el antebrazo y apretando fuertemente los dientes al punto que podrían rechinar si intentaba mover la mandíbula.
Podría ir a visitar a aquella chica que le había estado hablando, para indicarle que aquello que se había encontrado no era de ella pero… En su lugar tal vez lo mejor era ahogar un poco las penas en comida, los bollos dulces estaban en el refrigerador y alguien tenía que hacerle los honores.
«Un kilo, dos, tres, da igual, me seguirán tumbando »Pensaba la pecosa en lo que se tomaba todo su tiempo para levantarse e ir a la cocina donde se buscaría los bollos dulces pero… Algo más tentador estaba allí, algo machucado pero el sabor no le cambiaría. Se trataba de un pastel de chocolate con merengue e infinidad de cosas más, muy poco saludables pero tan dulce que un solo bocado empalagaría a cualquiera… Menos a una Kageyama sumamente deprimida.
Al carajo todo lo demás, Akame, el entrenamiento, la salud, todo. Enseguida tomó el pastel la chica cerró la ventana con seguro y de paso le puso las cortinas para evitar más molestias mientras engordaba feliz en su cama.
Pero de un momento a otro, un flash dejó una leve molestia en la vista de la kunoichi quien lejos de suponer que se trataba de una cámara fotográfica, prefirió removerse un poco aún encima del chico para refregarse los ojos con la diestra.
Fue entonces cuando aquel que yacía debajo suyo la lanzó casi con desprecio, sin fijarse en que estaban mal ubicados y que la pecosa no logró apoyarse bien sobre el colchón y se fue de espaldas al piso, quedándole las piernas en alto a causa de la cama.
—¡Joder! —Bramó retorciéndose lentamente.
Aparte del dolor por el golpe, también las quemaduras le provocaron un ardor terrible en toda la espalda que le deformó la cara en una clara mueca de dolor.
Para colmo el shinobi afirmó que iría a por el pervertido y sin más se retiró, sin importarle un pepino la condición de la rubia a la que había besado momentos atrás. «¡Segunda vez! ¡Al tercero lo mato! »Pensó aun removiéndose en el piso.
Curiosamente, mientras se montaba esa escena alguien llamó a la puerta, una chica a juzgar por su voz, decía algo de una chaqueta que… «No es mía »Pero no pronunció aquellas palabras porque seguía tumbada en el piso, cubriéndose los ojos con el antebrazo y apretando fuertemente los dientes al punto que podrían rechinar si intentaba mover la mandíbula.
Podría ir a visitar a aquella chica que le había estado hablando, para indicarle que aquello que se había encontrado no era de ella pero… En su lugar tal vez lo mejor era ahogar un poco las penas en comida, los bollos dulces estaban en el refrigerador y alguien tenía que hacerle los honores.
«Un kilo, dos, tres, da igual, me seguirán tumbando »Pensaba la pecosa en lo que se tomaba todo su tiempo para levantarse e ir a la cocina donde se buscaría los bollos dulces pero… Algo más tentador estaba allí, algo machucado pero el sabor no le cambiaría. Se trataba de un pastel de chocolate con merengue e infinidad de cosas más, muy poco saludables pero tan dulce que un solo bocado empalagaría a cualquiera… Menos a una Kageyama sumamente deprimida.
Al carajo todo lo demás, Akame, el entrenamiento, la salud, todo. Enseguida tomó el pastel la chica cerró la ventana con seguro y de paso le puso las cortinas para evitar más molestias mientras engordaba feliz en su cama.