18/08/2017, 20:58
Los gennin reaccionaron con pasividad y silencio al relato del leñador. Fuese verdadero o falso, Akame coincidía en que aquel tipo era quien menos razones tenía para ocultar la verdad. El bandido debía salvaguardar su reputación, el samurái su honor, y la dama su castidad. Sin embargo, aquel plebeyo no tenía más señor que el Juuchin, ni debía más fidelidad que al viejo hacha que le permitía cortar leña para alimentar a su familia.
—Ha sido un relato interesante, sin duda —concedió Akame, todavía pensativo—. Creo que todos podemos aprender una cosa o dos de este suceso.
El hombre asintió, diligente, y sin dejar de abrazarse el vientre se despidió de los ninja con una pronunciada inclinación. Luego dio media vuelta y tomó el sendero de vuelta —probablemente— a su hogar. El Uchiha se lo quedó mirando largo rato, mientras el Sol se ponía por el horizonte. «Pues el tipo tenía razón... Nunca había visto una escena tan enrevesada y surrealista como esta», concluyó.
—Manase-san, Eikyu-san, creo que es hora de que me marche. Debo regresar a Nantounoya antes del ocaso, o me perderé la cena.
Se acomodó sus pertenencias en torno al cinturón, y con una leve inclinación de cabeza se despidió de los muchachos.
—Os deseo suerte en el Torneo. Si sois tan buenos razonadores como luchadores, entonces espero que nos encontremos en la arena de combate.
—Ha sido un relato interesante, sin duda —concedió Akame, todavía pensativo—. Creo que todos podemos aprender una cosa o dos de este suceso.
El hombre asintió, diligente, y sin dejar de abrazarse el vientre se despidió de los ninja con una pronunciada inclinación. Luego dio media vuelta y tomó el sendero de vuelta —probablemente— a su hogar. El Uchiha se lo quedó mirando largo rato, mientras el Sol se ponía por el horizonte. «Pues el tipo tenía razón... Nunca había visto una escena tan enrevesada y surrealista como esta», concluyó.
—Manase-san, Eikyu-san, creo que es hora de que me marche. Debo regresar a Nantounoya antes del ocaso, o me perderé la cena.
Se acomodó sus pertenencias en torno al cinturón, y con una leve inclinación de cabeza se despidió de los muchachos.
—Os deseo suerte en el Torneo. Si sois tan buenos razonadores como luchadores, entonces espero que nos encontremos en la arena de combate.