28/08/2017, 16:33
El leñador se alzó cuando Mogura le pidió hacerlo, todavía con lágrimas en el rostro y la bolsita de cuero firmemente agarrada dentro de su puño izquierdo; no tardó en guardársela en uno de los bolsillos de sus remendados pantalones. El rostro de aquel hombre brillaba con sincera gratitud, y se despidió del shinobi con otra profunda reverencia.
—Que los dioses le protejan, shinobi-dono. Es usted un gran hombre, hoy yo había perdido definitivamente mi fe en el corazón de las personas, ¡pero usted me la ha devuelto!
Así, el tipo proseguiría su camino con la esperanza de que Mogura cumpliese su palabra.
—Que los dioses le protejan, shinobi-dono. Es usted un gran hombre, hoy yo había perdido definitivamente mi fe en el corazón de las personas, ¡pero usted me la ha devuelto!
Así, el tipo proseguiría su camino con la esperanza de que Mogura cumpliese su palabra.