12/09/2017, 18:17
Los tartamudeos y las pobres excusas de Datsue no hicieron sino acrecentar la furia de Akame. Ni siquiera se dio cuenta de que Koko había entrado en la habitación y había intentado llevarse a Chokichi hasta que la rubia trató de pasar por al lado suya con el joven Hozuki. Akame cruzó una mirada con ella y entendió; a su modo de ver, descargarse con aquel pobre desgraciado era la vía fácil e injusta. Conocía a Datsue lo suficiente para saber que podía llegar a ser muy convincente; con toda seguridad, el fotógrafo había sido sólo un peón. Si Koko quería llevárselo, bien. A él le interesaba el rey del tablero.
Sin embargo, sí que fijo la mirada en algo que la rubia llevaba en la mano. Luego reparó en que una copia idéntica yacía en el suelo de la habitación, entre sus pies. Ante la mirada atónita de Datsue, que se sujetaba la mejilla donde había recibido el cabezazo Akame se agachó con rapidez para recoger aquella... revista.
—No tientes a la suerte, Datsue-kun —masculló el mayor de los Uchiha, amenazador, cuando advirtió que su pariente miraba la ventana con ciertas pretensiones.
Cuando Riko intentó salir de la habitación, Akame retrocedió un paso y se plantó en el hueco de la puerta. Con la mano zurda, la cerró de un portazo.
—De aquí no se va nadie —agregó, mirando a los ojos a su compañero Senju.
Fue entonces cuando vio la foto en la portada de la revista. Fue entonces cuando leyó la entradilla y el título. Fue entonces cuando deseó nunca haberlo hecho. Sus ojos recorrieron las pocas páginas de la publicación con la rapidez y experiencia de un lector avezado. No necesitó más que unos momentos para hacerse a la idea del contenido; y para captar unas cuantas frases reveladoras.
Akame empezó a temblar. No ligeramente, como cuando había llamado a la puerta de la habitación, no. A temblar de verdad. Le temblaban tanto las manos que la revista se le cayó al suelo, y sus ojos se fijaron en Datsue; sólo que ya no eran negros, sino rojos como la sangre y con tres aspas alrededor de cada uno. Abrió la boca para decir algo, pero apenas fue capaz de titubear mientras el labio inferior se sacudía violentamente.
—T... Tú... Tú... —su voz estaba agrietada por la ira.
En la cabeza del muchacho, un torbellino de pensamientos y emociones sacudía cada una de las paredes de su cráneo. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban la mirada de un loco. En aquel momento, Uchiha Akame se debatía consigo mismo si debía matar allí mismo a aquel chico. Su mano derecha, temblorosa, se cerró en torno a la empuñadura del ninjato que llevaba a la espalda. ¿Cuál sería la pena? ¿Unos cuantos años de cárcel? ¿El exilio? ¿La muerte? Akame deseó haberlo sabido con certeza en ese mismo instante. ¿Cuánto valía la memoría de su mejor y único amigo? ¿Valía menos que alguna de esas cosas? ¿Valía menos que ser considerado un asesino, un fratricida? ¿Quién más habría recibido la revista? ¿Todos sus compañeros de Uzu? ¿Tal vez, también, los de las otras Aldeas?
El Uchiha tiró de la empuñadura de su espada, y la hoja silbó ligeramente al rozar la vaina y luego traqueteó debido al temblor en su mano. ¿Se interpondría Riko? ¿Sería lo bastante fuerte como para matar a Datsue sin que el Senju se lo impidiese?
—Debería matarte aquí mismo como el perro mugriento que eres.
Las palabras le salieron solas. Su mano amenazó con moverse más hacia arriba, desenfundando completamente el ninjato, y entonces...
Con un chasquido, la guarda golpeó la vaina al enfundarse el filo completamente.
—Eres escoria. Eres una maldita vergüenza para el símbolo que llevas en tu bandana —ladró el Uchiha, mirando entonces la rúbrica del Remolino. Lo único que se interponía entre él y Datsue—. Reza para que nunca pierda su valor, porque ese día... Ese día...
El nudo que tenía en la garganta no le dejó hablar más. Carraspeó y avanzó un paso rápido, escupiéndole un gargajo directamente a la cara a su compañero de Aldea. Luego se dio media vuelta, abrió la puerta y desapareció tras el umbral.
Sin embargo, sí que fijo la mirada en algo que la rubia llevaba en la mano. Luego reparó en que una copia idéntica yacía en el suelo de la habitación, entre sus pies. Ante la mirada atónita de Datsue, que se sujetaba la mejilla donde había recibido el cabezazo Akame se agachó con rapidez para recoger aquella... revista.
—No tientes a la suerte, Datsue-kun —masculló el mayor de los Uchiha, amenazador, cuando advirtió que su pariente miraba la ventana con ciertas pretensiones.
Cuando Riko intentó salir de la habitación, Akame retrocedió un paso y se plantó en el hueco de la puerta. Con la mano zurda, la cerró de un portazo.
—De aquí no se va nadie —agregó, mirando a los ojos a su compañero Senju.
Fue entonces cuando vio la foto en la portada de la revista. Fue entonces cuando leyó la entradilla y el título. Fue entonces cuando deseó nunca haberlo hecho. Sus ojos recorrieron las pocas páginas de la publicación con la rapidez y experiencia de un lector avezado. No necesitó más que unos momentos para hacerse a la idea del contenido; y para captar unas cuantas frases reveladoras.
Akame empezó a temblar. No ligeramente, como cuando había llamado a la puerta de la habitación, no. A temblar de verdad. Le temblaban tanto las manos que la revista se le cayó al suelo, y sus ojos se fijaron en Datsue; sólo que ya no eran negros, sino rojos como la sangre y con tres aspas alrededor de cada uno. Abrió la boca para decir algo, pero apenas fue capaz de titubear mientras el labio inferior se sacudía violentamente.
—T... Tú... Tú... —su voz estaba agrietada por la ira.
En la cabeza del muchacho, un torbellino de pensamientos y emociones sacudía cada una de las paredes de su cráneo. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban la mirada de un loco. En aquel momento, Uchiha Akame se debatía consigo mismo si debía matar allí mismo a aquel chico. Su mano derecha, temblorosa, se cerró en torno a la empuñadura del ninjato que llevaba a la espalda. ¿Cuál sería la pena? ¿Unos cuantos años de cárcel? ¿El exilio? ¿La muerte? Akame deseó haberlo sabido con certeza en ese mismo instante. ¿Cuánto valía la memoría de su mejor y único amigo? ¿Valía menos que alguna de esas cosas? ¿Valía menos que ser considerado un asesino, un fratricida? ¿Quién más habría recibido la revista? ¿Todos sus compañeros de Uzu? ¿Tal vez, también, los de las otras Aldeas?
El Uchiha tiró de la empuñadura de su espada, y la hoja silbó ligeramente al rozar la vaina y luego traqueteó debido al temblor en su mano. ¿Se interpondría Riko? ¿Sería lo bastante fuerte como para matar a Datsue sin que el Senju se lo impidiese?
—Debería matarte aquí mismo como el perro mugriento que eres.
Las palabras le salieron solas. Su mano amenazó con moverse más hacia arriba, desenfundando completamente el ninjato, y entonces...
Con un chasquido, la guarda golpeó la vaina al enfundarse el filo completamente.
—Eres escoria. Eres una maldita vergüenza para el símbolo que llevas en tu bandana —ladró el Uchiha, mirando entonces la rúbrica del Remolino. Lo único que se interponía entre él y Datsue—. Reza para que nunca pierda su valor, porque ese día... Ese día...
El nudo que tenía en la garganta no le dejó hablar más. Carraspeó y avanzó un paso rápido, escupiéndole un gargajo directamente a la cara a su compañero de Aldea. Luego se dio media vuelta, abrió la puerta y desapareció tras el umbral.