16/09/2017, 18:15
Exhausto tras su emotivo discurso, Kaido se tumbó de nuevo al suelo. Su culo chocó con la grama, una vez más; desde donde observó la pasividad con la que Mogura pareció absorber cada una de sus dubitativas. El educado Manase alzó su mano, pidiéndole calma y sopesó la intensidad con la que el escualo se refería a todo el tema de Aiko con un muy simple: "Umikiba-san, tranquilízate, por favor"
El gyojin alzó la mirada, y frunció el ceño. ¿Pero cómo iba él a tranquilizarse?
Entonces, frase tras frase, la actitud de Mogura fue cobrando más sentido.
—Estuve ahí, pude ver lo que pasó. Pude ver claramente el momento en que Watasashi-san hizo su movimiento final —sí, él también lo había presenciado frente a frente. El cómo sus propias armas volaron hacia su torso y se sumergieron en sus carnes, cual leyenda de los escarabajos asesinos que custodian las pirámides de Sanbei—. no podría decir con seguridad de que padece alguna clase de trastorno...
Allí, justo; le dio la impresión de que existía un pero. No le quedó de otra que continuar observando a su interlocutor con su rostro vestido y ataviado de extrema confusión.
—Aún así... terminar el combate de esa manera... La actitud que Watasashi-san demostró siempre ha sido muy intensa. Sus modales y su lenguaje son prueba de ello, en una ocasión dijo que le gusta hacer las cosas a su manera y qué buscando la muerte podía sentirse viva...
—¿Pero qué me estás contando? ¿cómo coño te vas a sentir vivo si buscas morirte como una idiota?
—¿Qué será necesario para que creas en la inmortalidad de Watasashi Aiko, Umikiba Kaido?
El escualo se quedó perplejo, nunca antes había tenido una cara tan estupefacta como la de un verdadero pescado. Luego, negación. Rió frenético, y luego habló.
—Pues te hará falta sacarla de la tumba en la que se encuentre ya enterrada y convencerme de que su puto corazón aún sigue latiendo, y que sus pulmones aún le permiten respirar.
El gyojin alzó la mirada, y frunció el ceño. ¿Pero cómo iba él a tranquilizarse?
Entonces, frase tras frase, la actitud de Mogura fue cobrando más sentido.
—Estuve ahí, pude ver lo que pasó. Pude ver claramente el momento en que Watasashi-san hizo su movimiento final —sí, él también lo había presenciado frente a frente. El cómo sus propias armas volaron hacia su torso y se sumergieron en sus carnes, cual leyenda de los escarabajos asesinos que custodian las pirámides de Sanbei—. no podría decir con seguridad de que padece alguna clase de trastorno...
Allí, justo; le dio la impresión de que existía un pero. No le quedó de otra que continuar observando a su interlocutor con su rostro vestido y ataviado de extrema confusión.
—Aún así... terminar el combate de esa manera... La actitud que Watasashi-san demostró siempre ha sido muy intensa. Sus modales y su lenguaje son prueba de ello, en una ocasión dijo que le gusta hacer las cosas a su manera y qué buscando la muerte podía sentirse viva...
—¿Pero qué me estás contando? ¿cómo coño te vas a sentir vivo si buscas morirte como una idiota?
—¿Qué será necesario para que creas en la inmortalidad de Watasashi Aiko, Umikiba Kaido?
El escualo se quedó perplejo, nunca antes había tenido una cara tan estupefacta como la de un verdadero pescado. Luego, negación. Rió frenético, y luego habló.
—Pues te hará falta sacarla de la tumba en la que se encuentre ya enterrada y convencerme de que su puto corazón aún sigue latiendo, y que sus pulmones aún le permiten respirar.